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No esperaré a que mi amigo el político me llame. No me quedaré en mi metro cuadrado mirándome al ombligo. No diré que voy a hacer gestiones cuando tenga que ir al retrete. No caminaré estirado como si el cuello de mi camisa quemara. No miraré a nadie por encima del hombro. Dedicaré tiempo a decidir lo que pienso en determinados temas. No aceptaré argumentarios. No repetiré las mismas tres ideas durante toda mi vida, las actualizaré y profundizaré en ellas. Quizá renuncie a alguna. No seré un cabrón y rechazaré los ámbitos en los que serlo resulte imprescindible. Trataré de ser rico en tiempo y no en dinero y de ser feliz antes que rico. Trataré de entender a los demás antes de ponerlos verdes. No perderé el tiempo con mediocres. No gastaré ni malvenderé el talento. Intentaré no tener demasiadas servidumbres. No me dedicaré a complacer a los que piensan como yo. Trataré de acercarme a los que piensan distinto y comprender sus puntos de vista. No impondré, propondré. No repetiré en las conversaciones el “qué mal está todo” que ahora está tan de moda. Entenderé que el respeto a los demás comienza por respetarse a uno mismo. Trataré de no quejarme por mí, sino por los que de verdad están fastidiados. No diré tonterías como “los más necesitados” o “los más desfavorecidos”. Llamaré pobres a los pobres y ricos a los ricos. No esperaré a que los políticos solucionen mis problemas. Cuando escuche a alguien decir que ahora es momento de replegar velas o de retirarse a los cuartelillos de invierno y esperar a que pase la tormenta le diré que se equivoca. Cuando escuche eso de que hay que agarrarse como sea al puesto de trabajo y a lo que se tiene, que no está el horno para bollos, cuando vuelva a escuchar el estribillo gris de “conlaqueestacayendo” diré esto: es el momento de buscar la grandeza.

Un comentario en «La grandeza»

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