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Españoles, Franco ha muerto. Españoles, una comisión de expertos aconseja mover los restos del dictador. Españoles, la misma comisión recomienda montar un centro de interpretación de la Guerra Civil. Españoles, Aragoneses, ciudadanos del mundo: basta ya de centros de interpretación. En los últimos años, la proliferación de estos curiosos edificios empieza a rozar lo patológico. En Aragón, los tenemos de todos los colores. En el valle de Gistau, por ejemplo, tenemos el centro de interpretación de Mosén Bruno, cuyo objeto es dar a conocer la vida de una persona importante para el valle, llena de curiosos episodios y anécdotas. He estado recientemente en unos cuantos de estos edificios y les diré lo que pienso con una palabra que todos entenderemos: son un “sacaperras”. Sirven para sacar dinero al turista y, por supuesto, a la administración.  En algunas ocasiones, resultan una mera excusa para poner un bar. Rara vez aportan algo más que un vídeo –ahora se llama “audiovisual”- y unas vitrinas con camisetas. En mi última visita a la laguna de Gallocanta comprobé que hay dos centros de interpretación en la zona, uno en la provincia de Zaragoza y otro en la de Teruel. Algo huele a chamusquina. Parece claro quién ha pagado cada uno. Además, yendo al fondo del asunto, me parece especialmente preocupante la idea que subyace en estos centro de interpretación y en su terrible denominación. No me gusta que me digan cómo, cuándo y desde dónde tengo que mirar a las grullas. A mí me gusta interpretar la realidad como me da la gana. Por eso me da miedo escuchar a la comisión de expertos de la que hablaba al principio utilizar la expresión “reinterpretación democrática”  cuando hablan del Valle de los Caídos. Españoles, los centros de interpretación están muertos.

 

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