Me da lo mismo que rescaten a Bankia o, con perdón, a la madre que la parió. Quiero que alguien rescate el coraje, la dignidad y la valentía. Me ofrezco como voluntario si es preciso. Necesitamos superhéroes y no marionetas. Necesitamos superhéroes locales, regionales, mundiales y universales. Es preciso dejar de hacer negocio con la crisis. Desde los grandes empresarios, hasta los políticos, sin olvidar a los buitres que planean sobre ella y que se regodean en su contemplación, análisis, narración, divulgación y, por consiguiente, extensión. Deberíamos mirar al espejo y ver si el tipo que nos encontramos merece también un rescate. No nos vendría mal repasar las ideas básicas que mueven nuestra vida. ¿Qué es eso del estado del bienestar? Mi suegro lo llama del “bientener” y lleva razón. Tiremos esa idea a la basura. No podemos “estar bien” mientras siga habiendo pobreza y hambre consentida. ¿Qué es esa tontería de la calidad de vida? ¿Tener una casa en Valdespartera? ¿Tener garaje? ¿Tener a los hijos en formol para que te dejen tranquilo? Hemos olvidado quiénes somos. Deberíamos leer a los griegos, a los romanos, la Biblia y a algún filósofo de vez en cuando para comprobar que realidades como “la prima de riesgo” ha existido siempre pero con otro nombre y sirven para producir una reacción que se llama miedo. Nos dicen que consumamos más para salir de la crisis, que juguemos al pádel para hacer “networking” y estar en forma, que no comamos hidratos de carbono y que hagamos medias maratones cuando se acerquen los cuarenta. Tenemos en la mano un teléfono absurdo que nos conecta con el mundo y nos enganchamos a él como a un comecocos. Magnificamos las redes sociales y no disfrutamos en el mercadillo. Merecemos un rescate ideológico. Somos los mayores paletos de la historia de la humanidad.
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