Había una vez un Belloch y una Tortuga. El Belloch era muy veloz y la tortuga era lenta y pesada. Belloch se llamaba Juan Alberto. La tortuga se llamaba Crisis. Belloch apostó con la tortuga a que le ganaría una carrera. La tortuga dijo sí brevemente con la cabeza y empezó a caminar lenta, como siempre. Belloch se reía de ella y corría veloz de vez en cuando, pero se paraba a descansar, a echar la siesta y a contemplar el paisaje. La tortuga no paraba nunca. Belloch, en cambio, tenía días muy buenos y días muy malos. La tortuga era discreta y la gente no se fijaba en ella. En cambio, a su rival, la gente de los caminos le ponía la zancadilla. Cerca de la meta, Belloch se puso a inaugurar unas obras, que era una de las cosas que más le gustaba hacer, y mientras cortaba la cinta vio como la Tortuga cortaba también la cinta de la meta. Belloch había perdido.
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Belloc pierde po0r que no sabe escuchar el clamor del pueblo, solo escucha a quien le da las alabanzas y no siempre esos son los que mas le quieren, sino los que mas le adulan y son los que mas le hacen tropezar, algun dia Dios querra que se de cuenta de ese error tan garrafal y hara que escuche mas a las asociaciones vecinales, por que solo escucha a las palmeras
jajajajajajaa… una fábula real como la vida en crisis misma… reír por no llorar, reír y llorar, reír y llorar que cantaba el kiko veneno.
– Jubi, Belloch… me suena ese nombre, pero no era Esopo?
Un día Belloch… digo la liebre, aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que burlarse de los demás. También de esto debemos aprender que la pereza y el exceso de confianza pueden hacernos no alcanzar nuestros objetivos.
Y colorín colorado…