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No sé por qué curioso motivo, desde hace un tiempo la gente me dice que tengo sentido del humor. Cuando hablo, se ríen. Algunos, hasta me llaman humorista y les reconozco que no me hace gracia. Yo quisiera causar otras sensaciones, conseguir conmover, hacer pensar, emocionar, pero no acabo de lograrlo. Cuando me explico provoco la risa. La risa en camisa. De hecho, recientemente me han pedido que sea maestro de una clase sobre humor. Lo hice muy a gusto. Expliqué unas cuantas cosas que a mí me funcionan. Lo primero, reírse de uno mismo y no tomarse demasiado en serio. Lo segundo, el silencio: hay que dejarlo sonar y después escucharlo. Lo tercero y, quizá lo más importante, es el dolor y la sensibilidad. Cuanto más se ha sufrido, más feliz se puede ser. Cuanto mayor es el agujero que haces, más agua te cabe para ir tirando después. Cuando te hacen un agujero, duele. En mi opinión, la risa y el humor –ya lo ven-  tienen su origen en el dolor.

Un comentario en «El humor y el dolor»
  1. La risa y el humor tienen su origen en el dolor, es cierto, porque ambos están conectados entre sí, sin uno no puede existir el otro, o al menos, no debería.

    Tener humor, es uno de los mejores síntomas de que el daño se ha difuminado o incluso que ha desaparecido, y aunque lo que digas sea serio, las personas que te escuchan necesitan reírse, desconectar y darle un buen empujón a un lado a los problemas para poder sobrevivir; llenarse durante un breve tiempo de aire fresco y renovar el rancio que pesa demasiado.

    Creo que su risa es más un acto de complicidad, una buena forma de suavizar historias o sentimientos, que todos hemos protagonizado o sentido alguna vez, que un acto de mofa o de restar seriedad

    Pero si eso ya se convierte en una carga, quizás sirva con cambiar un poco el tono y la expresión al contarlo.

    Yo abogo porque todo siga igual 😉

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