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Empiezo hoy una nueva aventura en esta web. Me declaro fan de los productos de garrafón en materia de bollería, refrescos y patatas fritas. A partir de ahora, pondré aquí  «notas de cata» de estos productos. Si alguna marca quiere mandarme un lote para mejorar mi percepción, será bien recibido en info@juanluissaldana.com

Al grano. Empiezo hablando de los phoskitos de garrafón de la empresa Dulcesol que reciben el curioso y nada original nombre de Bizcochocos.

Reconozco que soy fácil de convencer y que tengo un paladar parecido a un zapato. Sin embargo, ahí van mis apreciaciones: he adquirido un paquete de cuatro Bizcochocos en una gasolinera de María de Huerva. En el paquete dice que está libre de grasas hidrogenadas, pero en los ingredientes vemos que el aceite no es de girasol. El chocolate es efectivo para un tipo hambriento como yo que acaba de ganar 1-2 en Botorrita. Es importante que la cola del pastelito, donde acaba el rollo, siga teniendo prestancia al abrirlo y no pierda trozos de chocolate. Ahí los Bizcochocos responden bien.

En boca, el bizcocho tira a seco porque la presencia de la nata es testimonial. El bizcocho y la nata acaban siendo uno, algo que no pasa en el Phoskito original que, quizá por ir en caja de cartón, tiene siempre más sensación de fresco. El grosor es aceptable, pero el diámetro podría ser un poco mayor. El empaquetado y la presencia no son malos. Hay un esfuerzo colorido que ayuda a la hora de decidirse. Una vez abierto, la incidencia de la luz en la capa de chocolate le da tonos de roca y de magnoleo. La cobertura de chocolate es aceptable, aunque podría mejorarse con un poco más de sabor. El primer bocado, donde un pastelito tiene mayor utilidad marginal, es satisfactorio, aunque como ya hemos dicho, un poco seco.

Nota: 6,5

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