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Zaragoza apesta. Estos días en los que no hay sol y la niebla se condensa son los peores. Los gases de las empresas que tenemos por aquí, dos papeleras importantes -no hay que olvidarlo- una de ellas en el centro y muchas otras más traen al centro de la ciudad aromas que nos recuerdan a la coliflor hervida.
Mientras tanto, los más hipies de la sociedad salen con sus diábolos y malabares a quejares contra la ordenanza cívica que prepara el ayuntamiento y que, entre otras cosas, nos quiere privar de ver la ropa tendida del vecino. La verdad es que la ropa tendida es la auténtica bandera de una ciudad. Pero, en fin, tal vez los visitantes de la expo se asusten al ver la ropa interior de la señá Tomasa.
El Ayuntamiento intentó poner asépticos carteles de hospital para diferenciar nuestras calles. Mal asunto. En seguida se demostró que la gente quiere ver la cerámica de Muel, que es más bonita, más nuestra, y, además, se ve mejor. Que no se nos olvide con tanto hierro colgante quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.

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