Las olimpiadas son “chufa”. Son un concepto con el que nadie se mete. Es como caer en la casilla en la que no te pueden comer. A casi nadie se le ocurre decir que las olimpiadas, con sus eternas candidaturas, son un sacaperras como otro cualquiera y que quizá haya asuntos más interesantes que poner sobre la mesa en estos momentos de dificultad económica. Nada de eso. El espíritu olímpico y toda su parafernalia gusta. Por eso es natural que haya sentado tan mal la candidatura de Barcelona. También ha sentado mal que los dirigentes aragoneses –socialistas como los catalanes- no hayan calificado de inconveniente esta candidatura. Muy al contrario, han dejado que se dispute en el terreno de juego un partido que tendría que haberse ganado en los despachos. Aragón lleva tiempo pugnando por la candidatura. Barcelona 92 obtuvo un respaldo enorme con la retirada de Jaca para favorecerla, no lo olvidemos. Y el alcalde de Barcelona, el señor Hereu, debe andar preocupado porque las encuestas lo echan del sillón. Unas olimpiadas de invierno pueden darle popularidad. Dice que va a venir por aquí a explicar su postura. Lo esperamos con los brazos abiertos.
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