Crónica de la parte literaria de la muestra de pop rock y otros rollos. 6 al 9 de mayo de 2010.
El coche americano que llevó al altar a Miguel Ángel Yusta el día de su boda está aparcado en la puerta de la Campana de los Perdidos. Es jueves 6 de mayo. Tarde. El recital ha comenzado. Me pierdo a Sarriá y a Anais Pérez. Lee Forega, que brilla y enseña algunas fascinantes vergüenzas poéticas. Luisa Miñana, dulce, profunda y generacional, hace sonar voces ausentes que ponen la noche en su sitio. Eduardo Fariña coge su librito de poemas como si fuera un pajarillo recién caído del nido. Habla de lecturas agradecidas porque es humilde y no alardea de talento. Qué cosa más rara en este mundo.
Un silbido largo, mezcla de admiración y desenfado, nos avisa de que cada uno de los poemas ha terminado. Decir gracias al terminar significa “ya podéis aplaudir”. No decir nada significa “qué poco somos, reflexionad, malditos”. Me llevo a Forega y a Yusta en el coche. Me lo dejan todo perdido de humor y talento.
El viernes, David Mayor presenta la velada con pausa y profundidad, con todo el peso del mundo sobre su metro noventa. «Nosotros somos otros rollos», dice al presentar y no es el único. El viernes es el día de los poetas. David rompe el hielo y recita tres poemas enormes como si le fuera la vida en ello. Después, Julio Espinosa nos apedrea a versos y da una lección de intensidad a la hora de recitar. Espinosa invoca a grandes poetas chilenos y nos convoca a conocerlos el 29 de mayo en la Feria del Libro. Jesús Jiménez tiene una raja inquietante en su taza de té y tiene también un perro poeta. A Pilar Peris le ha impactado el poema y nos lo dice a todos con su voz dulce y su segura dicción de maestra. “He preparado esto para vosotros”. A Rodicio le encantó y Rodicio es un tipo sensible, porque lo suyo es algo más que poner cubatas. Loli Bernal se esconde tras los folios y recita poemas de otros con ternura hasta que saca el as en la manga de su texto en el que habla sobre una cadena de montaje. Magia. Fernando Sanmartín sale al escenario con la idea del menos es más y un gesto de feliz resignación en la cara. “El poeta se asoma en la narración. El narrador se asoma en la poesía”. Cuatro hachazos y vuelta a la banqueta. Es el turno de Rafael Luna. Antes de salir, sugiere que bebamos todos un poco más. Luna es el buen salvaje haciendo poemas. Luna habla de Forega, el poeta que tutela sus andanzas, y se pregunta “¿de qué museo ha salido este tío?”. Rodicio sube la música y el ambiente bulle. Se escuchan cosas terribles, profundas, insondables en algunas mesas de la Campana de los Perdidos.
El sábado es el día de la presentación de libros más larga del mundo. El Ayuntamiento pone una toma de corriente, mesas y sillas. Nada más. La toma de corriente está muy lejos. Las sillas y las mesas también. La empresa de sonido se olvida de los escritores y se deja los cacharros en Cuarte. Empezamos bien. Hay problemas, pero tengo un amigo: el inspirado. Telas, alargaderas, idas y venidas. Amenaza lluvia. El resultado no está mal, aunque parecemos una secta peligrosa. De fondo se escucha a un grupo político decir que el pleno empleo es posible. Un buen día para las utopías. Ana Muñoz, la escritora más joven, abre el acto cantando con el gran Luis Cebrián. La gente se acerca. Una manifestación de caceroleros pasa por ahí. Empieza a rodar la idea más tonta y absurda que he tenido en los últimos meses, pero de ideas tontas también se vive. Y de ilusión. Montalbán está por ahí merodenado en silencio. Es su cumpleaños y se mueve como un espía entre las columnas de independencia. Escuin y su gente llegan. Las gafas de sol de Escuin guardan un secreto. Eva Hinojosa, que sigue buscando la felinidad, habla de ese capricho que se llama Toponimia Nimia. Desfila algún otro proyecto eclipsado como el de José Gabarre y el Sr. James hasta que llega la luz oriental de Beatriz Pitarch con su Chador Azul. Es, quizá, el primer momento de magia de la jornada. Beatriz sabe cómo se vende un libro. No en vano lleva tiempo haciendo bolos y este se lo merendó.
Después, Pilar Bellé y Marian Rebolledo presentaron la revista Aragón en Portada como dos estudiantes en celo. Compren Aragón en Portada. Solo cuesta un euro. Y llegó Antón Castro… Primer llenazo de la mañana con uno de los grandes de la cultura aragonesa. El escritor gallego estuvo listo y pidió a Luis Cebrián que hiciera su versión de Cass para caldear el ambiente. Después, leyó unos cuantos poemas, firmó algún ejemplar y aquí paz y después gloria. Por allí está el militante Octavio en un prudente segundo plano apoyando la jugada. No sabe que le voy a plagiar su sistema de crónicas con negritas provocaegos. Ni se lo digo. Seguro que me deja.
El sicólogo Carlos Hue, un tipo feliz y consciente, arrasa con su «Pensamiento emocional: un método para el desarrollo de la autoestima y el liderazgo». El público entregado lo pasa bien y termina fundiéndose en un abrazo. La moda de abrazar, ya saben. Tellerda puede estar aquí o allá. “Historias de Tellerda” es el libro de José María Morales Berbegal, el superventas del mes en la librería París. Al terminar la fiesta, José María vuelve a pasar por ahí. Iba a un concierto de la Ronda de Boltaña y tenía un negocio importante entre manos. Nos ayudó con las sillas. Gracias.
Llega el momento duro. Son las dos y cuarto de la tarde. José Luis Aramendia, el hombre que se escapó de una novela de Baroja, habla ante dos personas sobre el erotismo en el románico. Los miembros de piedra erectos seducen a una de las dos personas del público y se entabla una conversación interesante. Es el momento más mágico del día, más romántico, más absurdo e imposible.
Entra en escena Olifante. Trinidad y su gente. Sin complejos, con oficio y sabiduría empiezan a sacar sus libros de las cajas. David Pandadetolos es un ser superior. Si hubiera mil tipos como él, el mundo sería más bello y algunos viviríamos del cuento. Olifante desgranó su catálogo con oficio y tranquilidad hasta que llegó el momento de presentar el “Idiota entre las hierbas”, el nuevo libro de Dolan Mor. El tímido poeta lee algunos de sus versos. Al perro poeta de Jesús Jiménez parecen gustarle. Alguien pasa por ahí y pregunta si somos de algún partido político.
-Más o menos, señora.
A Dolan le costará recuperarse de esto, pero lo conseguirá. María José Castejón está preparada y Conchita Miguel viene con ella. “El manantial del ciervo” es un libro que bien merece una jota. María José es una escritora especial. Dice lo primero que piensa y ama a su padre. Conchita tiene un nombre en el mundo de la jota, pero no le tiembla el pulso ni la voz cuando canta la jota escrita para el libro de su amiga. Más cosas: “Hay un tipo en Zaragoza que ha escrito un libro de mil páginas. Paren. Siéntense y escuchen”. Valtueña habla, responde a mis preguntas. El libro que publica el innombrable es una bestialidad y se hará un hueco en el panorama porque lo merece. Menudo desfile. Llega Bolea y aquello se llena como por arte de magia. Bolea dice que le sobran adjetivos y que hay que quitarlos. Quiere acción en sus novelas y no necesita describir el brillo de la mirada de nadie. Le va bien así. Lo mejor no es eso. Lo mejor es que me presenta a su madre con la ilusión de un principiante.
Se está haciendo de noche. Herminio Lafoz, acompañado del señor Manuel Baile de la editorial Comuniter presenta la revista de pensamiento contemporaneo. Tela. “Voy a emborrachar a estos”, me dice al terminar.
Vuelve Gómez Milián y cuando recita llena el auditorio. Qué cosas. A la gente le gusta escuchar música y poemas. A la gente no le gustan los ladrillos, los rollos ni las chapas. Han aparecido por ahí cuatro señoras cultas que se grapan a las sillas de la primera fila. Intervienen, compran libros y hacen muchas preguntas. Se identifican como maestras.
Llega la luz, la luz de Sipán. El tipo con más talento. El tipo que te pasa la mano por el lomo cuando lo necesitas. El tipo de la maleta de madera llena de libros. Sipán se sienta y les cuenta a las cuatro señoras y a algunas personas más que tiene libros mágicos. Óscar Sipán tiene proyectos que asustan y toda la luz del mundo en su presencia. Le abrazo unas cuantas veces para ver si se me pega algo. José Vicente está merodeando por ahí esperando a un muerto que al final llega y que espera resucitar en la campana. Es un muerto sueco simpático y tímido que lee el prólogo de su obra porque a pesado no hay quien me gane.
Las diez de la noche. Han pasado por ahí Serrano y Tajahuerce rumbo a su cita con poesía para perdidos. Se acabó. Ellos tienen la poesía, yo tengo al inspirado.
El domingo termina el asunto en la campana de los perdidos donde Víctor Guiu besó a una calabaza, Enrique Cebrián tuvo el don de la ebriedad, Ana Muñoz definió el talento reconociendo que le da envidia no haber escrito algún poema ajeno, Carmen Ruiz confesó que el error roncaba a su lado, Choos puso la magia, Luis Cebrián, el arte y Gómez Milián el oficio, el cariño, el talento y su inexorable crónica que deben leer aquí. Gracias a todos los que pasaron por ahí, a los participantes, a Manolo Forega que me facilitó listas de poetas y autores y al apoyo de la Asociación Aragonesa de Escritores. Sin ellos no hubiera funcionado esto. Gracias.
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