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El hombrecico habló con el acordeón. Había buena sintonía entre ambos. De pronto, un moranco apareció en la Horchatería y el hombrecico le lanzó un zapato. Acertó en el bulbo raquídeo y dejolo inconsciente.
-Por esto que has hecho, te amaré por siempre- le dijo el acordeón – veo Morancos por todas partes y los temo.
Continuará.