Me envía Enrique Cebrián este texto. Ha ido a buscar los libros que se merecía por haber ganado un premio literario. Allí se ha encontrado con un personaje que merece, al menos, esto:
Rohíco me ha confeccionado con otro muy total de la puerta una caja con asas (a base de cinta aislante del Gobierno de Aragón) para transportar los libros, que pesan como un muerto.
Me ha preguntado por vosotros. Rohíco estaba feliz. Esperaba que nevara. Lo comentaba con una compañera (Rohíco sólo tiene compañeras, que ven en él al marido perfecto). Me ha dicho que, de todas formas, él iba a ver mañana la nieve, porque se iba a esquiar (¿hubieras pensado que el Royo era esquiador?).
Se ha despedido irónicamente, dado que, como ha dicho, ya no soy joven. Me ha deseado suerte. Me ha dicho que esperaba que esto sólo fuera el comienzo y que esperaba ir viéndome publicar en sitios. Yo le he dicho que volvería más adelante, por si quedaban libros. Yo no quería decirle el «adiós» definitivo. Rohíco me ha dado su bendición: puedes marchar ahí afuera, hijo mío. Ya no me necesitas.
No sabe que no es cierto. Creo que ha llegado el momento de hacer de él un personaje literario.
Eres un cachondo.