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Entré en Martín Martín a comprar gominolas gominolas.

Mientras avanzaba por el interior del establecimiento, un intenso olor salobre entró por mis narices y me golpeó el cerebro. De pronto, ante mí se alzó una figura difusa con forma humanoide y me habló:

-Soy el espíritu del encurtido. Me manifiesto ante ti para que seas mi portavoz, para que lleves mi mensaje por el mundo.

-Cuenta conmigo. ¿Qué debo hacer?

-Repetir aquello que dijo Jesús: «Si la sal se vuelve sosa ¿quién la salará?». Solo eso.

Salí de Martín Martín con una misión misión.

 

Un comentario en «Entré en Martín Martín»

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