Sostenible lo serás tú

La economía no tiene que ser sostenible. Es absurdo. La economía tiene que ser productiva, rentable y, en la medida de lo posible, creciente y distributiva. Sostenible es un término que viene del ecologismo y que se ha implantado como una epidemia en el discurso de los políticos. Hay cosas que no se sostienen. Hay, de hecho, muchas que necesitan sostenes. Miren la ropa tendida en algunas casas y entenderán que no todo es sostenible. Aunque una estúpida ordenanza previa a la Expo prohíba tender la ropa en el balcón, Zaragoza es generosa en el tendido de sostenes color carne de tallas grandes. Seamos serios. Una carretera no es sostenible. Es útil o rentable en la medida en que su uso supone una inversión aprovechable para el ciudadano. En economía, el uso de la palabra sostenible sugiere la imagen de una estructura apuntalada porque amenaza ruina.

En Zaragoza tenemos algún ejemplo reciente que nos invita a desconfiar de la palabra en cuestión. El Pabellón el Faro de la Expo era un claro exponente de la sostenibilidad. Aún recuerdo cómo una señorita voluntaria me explicó que debía tirar menos de la cadena del váter para alcanzar la felicidad. Lo mismo me dijo otra señorita con un pañuelo anudado al cuello en el Pabellón de España.  El primero de los dos pabellones resultó manifiestamente insostenible. Nadie lo quiso y como la casa del segundo de los tres cerditos, se derrumbó. El segundo, el del arquitecto Mangado, espera su momento para convertirse en algo que han prometido alegremente y con muy poca vergüenza los gobernantes cada vez que han venido en el AVE a pasar la mañana a Zaragoza. A veces, no hay que saber mucho para hacer un diagnóstico acertado: tenemos una ley de economía sostenible. Es evidente que nuestra economía no va por buen camino.

Sostenible

Por favor, hay que hacer algo. Una cacerolada, quizá. Una manifestación, una sentada… Lo que sea. Pero, sobre todo, que no le pongan a la nueva ley de economía el terrible y cansino epíteto de “sostenible”. La palabreja esta se ha colado en el vocabulario de todos los políticos y ha sido coreada por informadores que no se fijan en que las palabras son, muchas veces, portadoras de veneno. Tiene su origen, al parecer, en un informe de Naciones Unidas. Sostenible es una palabra vacía y frívola. Sostenibilidad es una mandanga aún más retorcida. Lo sostenible es algo que se puede sostener. Eso está claro. Lo que no queda claro es que se pueda aplicar a todo. Ni al desarrollo, ni a la ecología, ni, mucho menos, a la economía. La economía es rentable. Me das cien y yo consigo doscientos. Ser sostenible es algo muy difuso y discutible. Es una palabra que los políticos manejan a su antojo. Así, por ejemplo, un desarrollo urbanístico de tres pares de narices como el que hemos visto en la expo, se adorna con el termino sostenible y parece que sea una maravilla para el medioambiente y para todos. Mentira. Nada es sostenible. El hambre en el mundo no se sostiene en una conciencia bien formada y con un mínimo de sensibilidad. Así que no hagamos de voceros de los políticos cuando nos meten palabras vacías como estas. Lo único que sí que se sostiene con el paso del tiempo es la cuenta corriente de algunos.

A la Expo sin bocata

Nos enteramos hoy de que no se puede entrar en la expo con la comida casera. No se pueden llevar pechugas empanadas, vino en botellines de agua, fiambreras, chorizo, jamón, ni bocatas envueltos en papel de plata o, incluso, de periódico. Ahorro de agua, sostenibilidad y todo lo que ustedes quieran, pero ahorro del otro, del de toda la vida, ahorro de dinero, no. Ese está mal visto. Ya me dirán que hay más sostenible y ahorrativo que un buen bocata del que se aprovecha todo. Hasta los gorriones se comen las migajas. Ya lo ven, hay que pagar por todo, por la comida y por el agua, que será catalana en su mayoría, por cierto. Manda huevos.