Entré en Carrefour

Entré en Carrefour montado en mi elefante Anónimo.

Un señor con porra me dijo que debía meter a mi elefante en una bolsa de celofán por aquello de los robos.

-Usted verá- le dije.

El hombre de la porra vio y no venció. Me dirigí a la sección de frutería y hortalicería. Después fui a la caja 4 en la que siempre está la señorita Yolanda.

-Señorita Yolanda, acuda a caja 4- le dije con intención de ligar.

-Vete a la mierda- me respondió con intención de mandarme a la mierda.

-No tengo tarjeta cliente. No la quiero. No quiero llevarme chorizo de pavo en oferta. Tengo un elefante embalado. Te amo.

En silencio, pagué mi calabaza. Salí de Carrefour.

Un día mundial para que me hagan caso

Siempre quise tocar un elefante. Es un animal deslumbrante que me fascinaba cuando era un niño. Un día, en el circo americano, al terminar la función sacaron al elefante para que los niños se hicieran fotos montados en él. «Es mi ocasión», pensé. Me acerqué al animal y le toqué el culo con mi dedo índice. Yo esperaba algo duro y consistente, pero no. La piel del elefante era algo grueso, blandengue y profundo.

Nosotros tenemos la piel como los elefantes. Ya nada nos llega. Aunque nos toquen, ni nos enteramos. Octubre es el mes de los días mundiales e internacionales. Estamos todo el día diciendo que hay gente que no come, que hay problemas de hambre y enfermedad. De tanto repetirlo, nos hemos insensibilizado. Hoy es el hambre, mañana la enfermedad mental, pasado el día de las adicciones. Algo falla en este mundo cuando todos los que sufren necesitan un día mundial para que alguien les haga caso.