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Es curioso observar cómo nos acostumbramos a la rutina y nos aislamos del resto de los mortales con los que compartimos el día a día. Es muy llamativo también fijarse en cuándo, cómo y por qué rompemos el aislamiento.

Por ejemplo, un escape de gas, una tubería rota o una calle abierta son motivos suficientes para romper las convenciones y empezar a hablar con esos conocidos desconocidos. Es algo muy recomendable, hablar con desconocidos. Aunque desde pequeños nos han enseñado a no hacerlo, habría que empezar a pensárselo dos veces o nos convertiremos en máquinas.

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