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Llega la Semana Santa y comprobamos una dulce realidad. Cada uno hace lo que le da la gana y a todos nos parece muy bien. En Semana Santa hay dos extremos claros: el que se va a achicharrarse en la playa -si el tiempo lo permite- y el que se queda a vivir una Semana Santa de procesión, incienso y tambor.
Los ciudadanos nos movemos con libertad y hacemos lo que nos da la real gana. Sin embargo, desde los medios de comunicación nos llegan constantes noticias que enfrentan a la religión con la sociedad. Quizá aún nos falte colocar cada cosa en su sitio desde los dos extremos. Unos, haciéndose entender mejor y hablando para los suyos y otros no metiéndose en lo que dicen que no les interesa nada. Ya lo saben, del dicho al hecho hay un trecho. En Semana Santa, el hecho queda claro, pero el resto del año, el dicho nos pierde. Por la boca muere el pez.
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Los ciudadanos nos movemos con libertad y hacemos lo que nos da la real gana. Sin embargo, desde los medios de comunicación nos llegan constantes noticias que enfrentan a la religión con la sociedad. Quizá aún nos falte colocar cada cosa en su sitio desde los dos extremos. Unos, haciéndose entender mejor y hablando para los suyos y otros no metiéndose en lo que dicen que no les interesa nada. Ya lo saben, del dicho al hecho hay un trecho. En Semana Santa, el hecho queda claro, pero el resto del año, el dicho nos pierde. Por la boca muere el pez.
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