Cáritas lo está diciendo constantemente: hacía quince años que no se veía gente «normal» en los comedores. El perfil que se está viendo son personas que van a pedir lo básico, alimentación, o a que se les pague el recibo de la luz. Son familias jóvenes en las que los dos miembros acaban de quedarse en el paro por la crisis y tienen hijos menores. Según el nuevo informe de Cáritas sobre la pobreza, estas personas no encajan en el perfil de «pobre» de los servicios sociales de los ayuntamientos, no son drogadictos, ni sin techo, ni miembros de familias desestructuradas. Así está el panorama. Parece que no ha cambiado mucho desde hace años. El Estado es incapaz de ayudar a la gente con problemas graves y lo tiene que acabar haciendo la Iglesia. El otro día en un programa del estilo de Callejeros aparecía un pobre que explicaba que sólo le dan bocadillos o café los que tienen algo que ver con la religión. Está claro, es más fácil creer en Dios, que en el Estado del bienestar.
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