La ingeniería social de los pensadores socialistas del siglo XXI ha dado lugar a un engendro, un monstruo llamado Bibiana Aido que dirige una especie de utopía sociológica llamada Ministerio de la Igualdad. En su primera comparecencia en el Congreso dijo cosas como el ya famoso «miembros y miembras» mientras se reía, después trató de justificarse con falsedades y acabó de arreglarlo diciendo que, si se empeña, mete la palabreja en el diccionario.
También ha dicho que quiere establecer un nuevo concepto de masculinidad. Chúpate esa. Un ministerio gasta mucho dinero. Sólo en papel, en membretes y en fabricarse una página web se invierte una cifra respetable. Sumemos los funcionarios, empleados, alquiler de local y demás. ¿Quién lo paga? Nosotros. ¿Para qué sirve un ministerio? Para ayudar a la sociedad, no para transformarla en no se sabe qué. Si queremos cambiar, hacernos budistas, hipies o punkis antisistema, Señora Ministra, déjenos en paz que ya somos mayores.