A los políticos aragoneses les encanta gastar sus fuerzas hablando de asuntos que no le interesan a nadie más que a ellos. El Canfranc, las energías renovables, el cambio climático, las pizarras digitales, las lenguas minoritarias, la vertebración del territorio, el estatuto, la deuda histórica y las comarcas. Menudo rollo.
La gente quiere una casa donde meterse por la noche. También quiere dinero para pagarla, es decir, un trabajo. Por último, quiere que cuando se pone malo, se le atienda bien. Vivienda, trabajo y sanidad. Hoy, en el debate sobre el estado de la comunidad, se ha hablado muy poco de esos tres asuntos. Además, la gente no quiere que se hable tanto, quiere hechos. Los debates suelen ser aburridos por definición a no ser que pase algo raro. Se alejan del ciudadano. En la televisión sólo se ven trocitos que eligen los que trabajan en la televisión. Por eso la gente tiende a la frustración y al desengaño cuando se refiere a la clase política. Porque la realidad tiene asuntos que las palabras no pueden justificar.
Debate tras debate, no hay ninguna novedad, todos los debates son iguales, se limítan a un mero trámite, una comedia, todos van con el panfleto ya preparado y escrito de antemano, pasado el tramite, todo sigue igual o peor que ántes, solo hay una diferencia despues de cada debate, ¡se han vuelto a reir de los ciudadanos.