Entré en Purificación García. De pronto, el elegante local se convirtió en un corral y la bellísima dependienta en una señora de pueblo con delantal. Me miró y gritó con un chillido estridente:
-¡Puri! ¡Que ya está aquí el capador!
Entré en Purificación García. De pronto, el elegante local se convirtió en un corral y la bellísima dependienta en una señora de pueblo con delantal. Me miró y gritó con un chillido estridente:
-¡Puri! ¡Que ya está aquí el capador!