Messi es el mejor del mundo. Bárcenas me da igual. A la gente le fascina Dios y el Papa, aunque no crean en ellos. La bolsa va bien, así que la economía ira bien dentro de un tiempo. Detesto el tranvía. Es cateto y asesino. Nos cobran por las bolsas. No decimos nada. Franco sigue dando de comer a algunos. Facebook es el opio del pueblo. Twitter aborrega, adoctrina y constriñe personalidades débiles. La crisis se ira y nos quedaremos vacíos porque no estamos preparados. No quiero bolsa. Gracias. El Rey comete el pecado de aburrimiento. Mouriño el de chulería. El primero tiene más perdón que el segundo en España. Hablamos demasiado de comida. Se come de cine. Los cocineros nos estafan. Nos estafamos unos a otros para sobrevivir. No quiero bolsa.
Mourinho
No escucharé a Mou ni a Pep
Han vuelto. Ya están en la tele. Al volver a ver sus caras, he tomado una decisión. En esta próxima temporada, solo voy a ver partidos de fútbol y goles repetidos en el telediario. No voy a escuchar a Mourinho ni a Guardiola. No haré reflexiones sobre dos formas distintas de liderazgo. Nada de ruedas de prensa ni declaraciones. Nada de gestos en aeropuertos. No escucharé a forofos metidos a periodistas. No veré cómo estos forofos se arrastran cuando les faltan al respeto y les ningunean. Tendré más tiempo. Estaré más tranquilo, seré más feliz y quizá más libre. Lo de la pasada campaña fue grave y bochornoso. Espero que no se repita. Sería interesante que algunos personajes que ocupan sillones y banquillos se dieran cuenta de que tienen una gran responsabilidad formativa. También habría que pedirles que dejaran a un lado la mentira, el insulto y la falta de deportividad, y que prescindieran de poner sistemáticamente en práctica el aforismo nazi que dice que una mentira repetida acaba convirtiéndose en verdad. El futbolista debe ser agradecido y ejemplar. Agradecido porque recibe mucho dinero y cariño por hacer un trabajo muy específico y ejemplar porque miles de niños le imitan y se fijan en él. La situación se ha puesto tan tensa que parece que todos los aficionados imparciales deban tomar partido por uno de los dos equipos grandes y olvidarse de los demás. El injusto reparto del dinero y el tradicional gusto por la bipolarización social de nuestro país hacen que el espectáculo del fútbol se haya convertido en un duelo de dos. En un país en el que la palabra centralismo produce sarpullido, practicamos el centralismo futbolístico sin ningún pudor. Así que esta temporada, trataré de ver más fútbol y menos circo. A ver si lo consigo. Lo voy a tener difícil.