Ya he explicado alguna vez que la palabra tolerancia no me gusta. Además, he llegado a la conclusión de que la tolerancia es como la coca cola: tiene buena prensa, todo el mundo la conoce, es roja por fuera y negra por dentro, si se agita produce un buen lío y si le pones un cero después del nombre, cambia, pero se sigue entendiendo.

Sigo con mi cruzada para desenmascarar palabras falsas o vacías porque creo que en el lenguaje está una de las batallas contra el vacío cósmico y la ignorancia. Hoy, en un alarde de cretinismo, he dado a luz la tabla de la tolerancia, una especie de tabla de multiplicar en la que se gradúa este término voluble, manejable y relativo. La cedo desinteresadamente a políticos y profesionales de la divulgación. Me encantaría escuchar en algún mitin: «practicaremos la tolerancia siete con nuestros compañeros de partido, la tolerancia nueve con el presidente Valenciano, la tolerancia diez con el de Andalucía». Que os guste:
-Tolerancia Cero: dar caña al que no piensa como yo es lo primero.
-Tolerancia Uno: no se la paso a ninguno.
-Tolerancia dos: la que practico con vos.
-Tolerancia tres: cuando me puede el estrés.
-Tolerancia cuatro: no miro durante un rato.
-Tolerancia cinco:
-Tolerancia seis: no miro si no me veis.
-Tolerancia siete: cuando cierro la puerta del retrete.
–Tolerancia ocho: cuando el bolsillo está pocho.
–Tolerancia nueve: cuando un sillón se mueve.
–Tolerancia diez: nos veremos ante el juez.