Mi columna del Heraldo.
Los observatorios están de moda. No me refiero a los astronómicos, pensados para mirar hacia arriba como los de Monegrillo o Javalambre. Hablo, más bien, de mirar hacia abajo. El pasado mes de julio el Gobierno creó mediante Real Decreto, el Observatorio del Empleo Público. Tal y como están las cosas, algunas voces preguntaron para qué sirve un ente de este estilo. La norma responde: “para realizar diagnósticos en materia de recursos humanos, analizar la situación del empleo público y formular propuestas y recomendaciones de actuación”. Y ¿no es esa la labor cotidiana de los políticos y de sus numerosos asesores?, se sigue preguntando uno. Aún más: ¿habrá llegado a Aragón esta curiosa y ambigua moda? Sí, ha llegado. Ahí van algunos ejemplos: Observatorio de Investigación e Innovación, de Consumo, de la Sociedad de la Información, de Violencia contra la mujer y de las Comarcas. Por cierto, la comarca de las Cinco Villas también tiene su observatorio económico. Uno empieza a pensar que estos órganos tienen truco. Dan idea de modernidad, parecen neutrales y permiten ganar tiempo a las autoridades con largos procesos que no suelen terminar en norma, ni en nada útil. Habría que recordar a estos amantes de la observación que la ley 30/92 de Procedimiento Administrativo impone la economía y la ausencia de duplicidad. Si un órgano es competente para algo, no debería crearse otro. Observar debería ser la labor cotidiana de un buen gestor, además de sacar conclusiones, tomar decisiones y ejecutarlas. En fin, llegados a este punto, propongo utilizar armas políticas y crear el “Observatorio Aragonés de los Observatorios Aragoneses”. El presidente sería yo —¡necesito el trabajo!—, la dotación económica elevadísima y el objetivo este: asegurarse de que estos órganos sirven para algo.