Luisiana, tócame la banana

Cronica del concierto de Luisiana en la Ley Seca. 8 de noviembre 2010

Titular sonoro. Son oro las buenas canciones. Honestidad con uno mismo y disfrutar haciendo lo que a uno le gusta. Gusta es el nombre de las tiendas de ropa chinas. Chinas en los zapatos. Zapatos de tacón de Ana Manzana. Manzana en las manos de Eva. Eva Amaral lleva aparato. Aparato del partido. Partido Real Madrid-Atlético. A la misma hora Luisiana en la Ley Seca. Gustaff en la puerta. Puertas al campo. Campo de minas. Minas de oro. Son oro las buenas canciones.

Formato acústico para Luisiana.  Las canciones funcionan y no pierden fuerza. Sin mucho tiempo para probar sonido -¿cuándo dejaremos de ser tan majos?- Luisiana se encontró con un público silencioso y atento que puso interés hasta en la breve prueba que el grupo hizo y que pagó con unas cuantas molestas pedorretas sonoras.

Más allá de las anécdotas, se nota que el grupo acaba de salir del estudio. Las canciones tienen fuerza, intención y gusto. Destaca especialmente el trabajo de percusiones que es constante, serio y con matices.  Nada de relleno ni de la odiosa palabra «acompañamiento». Eso es de mariachis. Ya hemos dicho alguna vez que las canciones de Luisiana no son fáciles ni se cantan como «Tenía tanto que darte, tantas cosas que contarte». Pero sí tienen mucho desamor guardado para ti. El empaste de guitarras es interesante. Nueve de cada diez dentistas lo recomiendan. Se agradece mirar al escenario y ver las manos que tocan las tres guitarras acústicas en diferentes zonas del mástil. No se echó de menos el bajo. Bajistas muertos. Habría que revisar el concepto de «parón» que, a veces, suena a divertimento de grupo primerizo. Los buenos «parones» no se notan tanto como algunos de Luisiana. «Miradme, hago parones».

El planteamiento de las voces es, como diría un político, el «valor añadido» de Luisiana. Valiente y atrevido, presenta ya una realidad interesante y un futuro soberbio con algo más de trabajo y revisando el uso y abuso de las vocales -sobre todo la a- en algunos pasajes sonoros que se hacen largos y carentes, a veces, de sentido. Angelicos, al cielo.

La implicación del teclista es esencial en el proyecto de la banda y empieza a ir por buen camino. Menos es más. Atmósfera, inquietud, seducción es lo que tiene que aportar el encargado de la parte más electrónica de Luisiana. Rubalcaba no pudo venir. Zahara sí. Me gustó un final con delay y un momento nada folk en el que el teclado decía «esto no lo escucharéis en un bolo de Russian Red». Por lo demás, bien, gracias. Me quedo con «Que me desamor» y con el final de «Sinestesias». Los roles del grupo se van ajustando como piezas de tetris y el espectador lo agradece. Las buenas faenas tienen alma, transmisión y una cosa importantísima: están bien hiladas. Hay que hilar un poco más. A mí me gustan asi, aunque haya bandas que entre canción y canción llamen a su mamá por teléfono.

No está mal la experiencia para ser en domingo. El dueño del garito puede estar contento. Santificarás las fiestas. Pues eso. Después tocaba María Rodés y su banda The impuntual boys. No me quedé. Soy un cojo cabrón. Aunque María me gusta. Os dejo aquí un vídeo suyo. Luisiana, tócame la banana.