¿Quién es el tonto?

¿Cree usted que Zapatero es tonto? Preguntaba una encuesta en tiempo real en una de las múltiples cadenas que nos ofrece la “tedetienda”. El resultado del sondeo daba un aplastante triunfo al sí. Tengo que decir que todos los que mandaron mensajes apoyando la causa se equivocaban. El Presidente no es tono. Tampoco lo es Rajoy. De hecho, ambos están por encima de la media de inteligencia del país. Además, se puede decir que, tanto socialmente como políticamente, destacan, puesto que son líderes de formaciones políticas complejas en las que llegar al poder supone un saber estar reservado a unos pocos. Simplemente, cada uno en su papel hace lo que puede y la inteligencia no evita que, de vez en cuando, hagan el ridículo. El argumento de la imbecilidad del contrario es sal gorda, superficialidad y falta de espíritu crítico. No es de recibo que algunos medios de comunicación caigan en algo tan bajo y alimenten debates infantiles de yo soy soy, tú eres tú, ¿quién es más tonto de los dos? También, este tipo de discusiones evidencian la costumbre española de escandalizarse falsamente de lo que dice el que no piensa como uno. Seguir incondicionalmente a ciertos medios de comunicación para escuchar lo que agrada puede ser tan mezquino como prestar demasiada atención a los que piensan de manera distinta para llegar a un nivel satisfactorio de enfado. Puede ser que el único tonto sea el espectador, el ciudadano de a pie, que no tiene ninguna capacidad de cambiar la situación y que solo puede esperar a que lleguen las elecciones y votar, si no se ha ido de fin de semana. Al final, pierde el individuo que queda a merced de las corrientes de opinión y comete el mismo error que muchos políticos: delegar en otros la respuesta a la pregunta ¿Y qué opino yo sobre esto?

Publicada en Heraldo el miércoles 16 de marzo de 2011

Maestros y profesaurios

Hay profesores que se ganan el nombre de maestro y los hay que merecen el apelativo de profesaurio. El primero seduce, el segundo amenaza. Uno enseña, el otro castiga. El maestro cambia, crece, se renueva. El profesaurio se fotocopia año tras año y va perdiendo color. Observar la realidad de estos días me lleva con frecuencia a recordar a mi maestro don José María, una persona que me enseñó unas cuantas cosas, entre ellas, a pedir perdón. Además, me mostró claramente la idea de que transmitir un mensaje puede ser divertido y creativo y que no es obligatorio repetir lo que hacen los demás. La frase absurda o fuera de contexto, la pregunta al aire y el toque de humor eran algunas de las armas de mi maestro. Ahora lo entiendo. Don José María apelaba a la inteligencia y a la individualidad de cada uno con esas expresiones. Entre otras cosas, nos invitaba a dejar de estudiar y a marcharnos al Cabezo con unos ganchitos y una cantimplora a echar la tarde. También nos comparaba con ratoncitos pequeños, alegres y tiernos que acabarían convirtiéndose en sucias ratas.

Cuando llegué a la universidad, también me acordé de mi maestro cuando me encontré rodeado de quinientas personas copiando lo que un profesor dictaba para luego memorizarlo y volver a escribirlo en un papel el día del examen y dar así un paso más para tener un título. Entonces, decidí hacer caso a don José María y me marché al Cabezo. Así me fue. Pero no me engañaba: los que enseñan se llaman profesores y los que dictan tienen otro nombre.

Si Don José María me viera ahora consultando libros de historia para entender mejor los terribles años que sufrió España después de la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis pensaría “caramba, he triunfado”. Se equivocaría. Ya había triunfado antes.

Maestros y profesaurios. Publicada en Heraldo de Aragón el martes 14 de diciembre de 2010

Malos momentos, televisión apestosa

Precisamente en estos días en los que, quien más, quien menos, nos vamos haciendo a la idea de que tenemos que ser un poco más austeros y quitarnos algún lujo si queremos llegar a fin de mes o estar protegidos contra lo que pueda pasar, la televisión, esa sima a la que todos nos tiramos cansados al llegar a casa, nos muestra su lado más apestoso e insensible. Manolo Lama hace el cabestro con un indigente en Hamburgo y el ojo que todo lo ve se posa en él y le lanza los cien mil hijos de San Facebook para que lo crucifiquen. Lama se equivoca, aunque después se disculpa y, entre caballeros, las disculpas son suficientes. Los espectadores deberíamos aceptarlas. Será el vagabundo quien no pueda recibir esas disculpas, pero parece que no le importa a nadie. También, estos días, podemos ver algún programa especialmente curioso e insensible con la situación económica. Por ejemplo, el que muestra la vida de una serie de mujeres ricas que se pasan el día jugando al padel y gastando dinero. Un ejemplo muy interesante. Ya saben, cuanto peor está la realidad, más obscena es la televisión. Eso funciona.

Ojo con la expresión "al parecer"

Cuidado con la expresión “al parecer”. Es una coletilla que se escucha cada vez más, sobre todo en las noticias sobre sucesos cuando el muerto está todavía fresco y no se sabe muy bien qué ha pasado. No digo que lo hagan todos los periodistas, ni mucho menos. Pero sí lo hacen algunos y también contagian a algún que otro político. “Al parecer” es una muletilla que sirve para todo. Uno dice “al parecer” y después puede mentir,  insultar, difamar, hacer sensacionalismo, amarillismo o lo que sea. “Al parecer” es una “casi sentencia”. Después, cuando se conoce toda la información nadie se encarga de desmentir nada, ni de pedir disculpas.

La 'derechización' de la tele

Se lee en las columnas y se escucha por ahí que la sociedad, los medios de comunicación y los jueces se están derechizando. Es una palabra curiosa que nos lleva a una reflexión más profunda. No es que las cosas se derechicen o se izquierdicen. Lo que pasa es que en este país llamado España tenemos el vicio de escandalizarnos sistemática y farisaicamente de lo que hacen los que no piensan como nosotros. Nos parece raro que haya diez millones que piensen de un modo. Pero existen, desde luego que existen. El problema está en no admitirlo y en dejar que eso sirva como argumento eterno. La televisión no se está derechizando, se está atomizando y la guerrilla informativa está empezando a hacerse notar frente a los monolitos informativos tradicionales. No hay derechización, hay, tal vez, algo más de libertad en el mando a distancia y eso no puede o no debe ser malo. Tampoco nos vendría mal un par de pasos más en nuestra joven democracia. Deberíamos mirar hacia América y aprender de alguna que otra cosa reciente. Somos todavía muy jóvenes en esto.

Los villanos tienen nombre

Los malvados cada vez son más famosos. En las noticias nos gusta verlos. Los canallas tienen nombre y poco a poco lo vamos memorizando. El asesino de nosequien empieza a tener un nombre que se repite en todas las noticias. También, el estafador mundial tiene su nombre. Antes, los asesinos, ladrones y violadores no tenían derecho a tener un nombre público o, quizá, estaban más protegidos. Ahora, algunos villanos, si te descuidas, aparecen en la televisión explicando que aquello que se les imputaba no era para tanto o que aquella condena que cumplieron no era del todo justa. ener un nombre público es algo muy serio. No deberíamos gastar ningún esfuerzo en aprendernos nombres de gentuza.

Viejo y sobradamente preparado

Un señor de 81 años va a ser el nuevo presidente de Televisión Española. Fue ministro de industria y de defensa con la UCD. Responde al nombre de Alberto Oliart. El nombramiento ha tenido dos comentarios principales: el de su elevada edad y el del agravio comparativo que supone esto con los prejubilados de cincuenta y pocos años que ha habido en Televisión Española. Lo primero tiene un comentario sencillo; la edad no debería ser virtud o defecto, sino circunstancia. Sin embargo, en nuestra sociedad, se premia al muy joven y se castiga al viejo. Un error que, por los menos, arregla el tiempo. Respecto al agravio comparativo queda decir una cosa: Televisión Española está en decadencia desde hace mucho tiempo porque se está quedando sin sentido aparente. Las televisiones autonómicas se están comiendo a la tele de toda la vida. Así,  en tele Mallorca, el vecino de enfrente te habla sobre Obama en lugar de tratar los problemas de Mallorca. Es lógico que haya tenido que reformarse y prejubilar a mucha gente, aunque es muy triste. Suerte Señor Oliart.