Precisamente en estos días en los que, quien más, quien menos, nos vamos haciendo a la idea de que tenemos que ser un poco más austeros y quitarnos algún lujo si queremos llegar a fin de mes o estar protegidos contra lo que pueda pasar, la televisión, esa sima a la que todos nos tiramos cansados al llegar a casa, nos muestra su lado más apestoso e insensible. Manolo Lama hace el cabestro con un indigente en Hamburgo y el ojo que todo lo ve se posa en él y le lanza los cien mil hijos de San Facebook para que lo crucifiquen. Lama se equivoca, aunque después se disculpa y, entre caballeros, las disculpas son suficientes. Los espectadores deberíamos aceptarlas. Será el vagabundo quien no pueda recibir esas disculpas, pero parece que no le importa a nadie. También, estos días, podemos ver algún programa especialmente curioso e insensible con la situación económica. Por ejemplo, el que muestra la vida de una serie de mujeres ricas que se pasan el día jugando al padel y gastando dinero. Un ejemplo muy interesante. Ya saben, cuanto peor está la realidad, más obscena es la televisión. Eso funciona.