Marichalar, expulsado del museo de cera

Unos operarios se llevan el cuerpo de cera de Jaime de Marichalar. Ya no es digno de estar en el museo de cera, ese lugar tétrico, fuente de noticias absurdas. Las figuras de cera son una tradición antigua. Hace dos siglos, en las ferias de pueblos y ciudades, solía haber entre las atracciones un tenderete con figuras de cera. Como no existía la televisión, la gente pagaba por entrar a ver la cara de Napoleón, Marat o Robespierre. Eran, casi siempre, figuras rancias que se parecían poco al original. Ahora, casi nadie va a ver las figuras de cera porque todos estamos hartos de verlas por la tele. Lo noticia está en que una figura de cera decide marcharse del museo. Esa es la gracia.

 Mientras tanto, esa curiosa maquinaria a la que todos llamamos el Rey Juan Carlos lee un discurso para figuras de cera y causa un revuelo extraño. Los teóricos de la monarquía vuelven a sacar sus argumentos, sus 23 F, y su “reina pero no gobierna” para tratar de apaciguar los ánimos. El rey dice que hay que hacer pactos y llegar a acuerdos y al bendito consenso. Es lo que lleva diciendo toda la vida. Vaya novedad.