Ahí van una serie de consideraciones para los antitaurinos y para aquellos que decían eso de «prohibido prohibir» y ahora se callan con muy poca vergüenza. La modernidad y el no salirse del tiesto son también dos actitudes muy políticamente correctas. Espero respuestas sin acritud:
Si alguien está en contra del festejo de los toros es porque no quiere que se mate de ese modo al animal. Quiere, por lo tanto, defender al toro. Pero, yo pregunto ¿quiere defender a la ‘especie toro’ o al ‘individuo toro’?
Si quiere defender a la ‘especie toro’, nos encontramos, siendo realistas y utilitaristas, con la curiosa paradoja de que si desaparecen los festejos taurinos, la ‘especie toro’ desaparece con ellos, ya que los toros requieren unas condiciones de conservación extremadamente complicadas y gravosas y son animales que no pueden vivir en libertad porque son agresivos y bravos por naturaleza. Su instinto les lleva a embestir antes que a olfatear. Así que la especie toro no gana nada con la prohibición.
Si se quiere defender al ‘individuo toro’, por ejemplo, Nísperito de 535 kilos de peso de la Ganadería Fuente Ymbro, es algo muy loable, pero el antitaurino deberá decirme por qué motivo Nisperito tiene más derechos que una ostra que muere comida viva y bañada en ácido o que un cerdo que pierde la vida lentamente degollado y desangrado. Si existe la diferencia ontológica entre el toro bravo y el cerdo, la ostra o el tan denostado piojo es conveniente que se explique y se demuestre.
Llegamos a la conclusión de que el antitaurino no tiene tanta preocupación por el toro, lo que quiere es evitar que el ser humano cometa actos crueles con los animales. Así que el antitaurino es un humanista, no es tan ecologista como se pensaba a fin de cuentas. Enhorabuena. En este punto, debo sugerirle al ‘antitaurino prohibicionista’ unas cuantas causas humanas y humanistas más interesantes que la muerte en la arena del toro y en las que emplear sus esfuerzos, sus pancartas y sus leyes. Ahí van algunas: desigualdad social, muerte diaria por hambre de personas, guerras injustas y silenciadas en el mundo, trabajo infantil, armamento e incoherencia de los poderosos al respecto, las cifras alarmantes del aborto, etc.
Termino mi artículo invitando a los lectores ardientemente al conocimiento y a la información. Una oleada de opinión ‘buenista’ no debe calar en una persona bien formada, que debe preocuparse por buscar un criterio personal, en el que siempre cabrán los matices y los apuntes enriquecedores para el resto. La masa se aborrega y busca aborregar. Informémonos, leamos, conozcamos el mundo del toro, sus costumbres, su economía, su relación con la tradición y sus prohibiciones a lo largo de la historia. Hagamos entonces un juicio que aporte algo a los demás. Prohibir no es el camino. Les invito a dudar.