Hazte político

 

Hazte político. Hazte cura. Hazte monja. Modernízate. Moderniza. Sé ejemplar. Vende el piso de Salou y dona el dinero a los pobres. Revoluciona. Evoluciona. Acaba con los problemas en dos tardes como un superhéroe. Contenta a todos, queda bien con todos. Sonríe, no tengas un mal día. Viaja. Pega carteles. Haz campañas electorales en pueblos pequeños. Habla en el pabellón para cuatro personas. Supera la vergüenza ajena. Soporta a los “compañeros y compañeras” que te pondrán la zancadilla. Renuncia a tus días de fiesta. Memoriza el argumentario. Soporta que te llamen corrupto, cara dura, pederasta y otros amables insultos.  Hazte el tonto y el majo ante los periodistas. Asume que las conversaciones sobre la trascendencia del ser humano acabarán reducidas a una superficial discusión sobre condones en África.  Soporta con paciencia a los chupatintas que se te acercarán para pedirte algún favor. Cuando tu conciencia ya no te permita seguir en el cargo, déjalo y búscate la vida fuera.  Cree en la democracia y en el sistema. Cree en la Santísima Trinidad y háblale mentalmente a una caja que contiene unos trozos de pan en los que tú crees que está Dios, el creador del Universo. Repite frases complicadas como “cordero de Dios”. Lee libros ancestrales. Entiende que otros no entiendan y que la fe queda fuera del debate.  Asume que conceptos como el yoga, el karma, los chakras y la energía positiva tienen mejor prensa que tu fe. Pasillea. Queda bien con tu jefe. Entra en la lista. No digas lo que piensas. Estamos en crisis. Es el momento. Atrévete, cruza la línea y trata de cambiar tú las cosas desde dentro. Parece que tienes las ideas claras. Si no, sigue mirando desde la barrera y piensa un minuto antes de repetir las mismas tonterías de siempre.

Comida familiar

Hay dos inventos insuperables en estos años que nos han tocado vivir: el verbo traspapelar y la excusa de la comida familiar. Dejemos el primero para otro día. La comida familiar es la excusa perfecta, no me lo negarán. “Ayúdeme, que me desangro”, no puedo, tengo comida familiar. “Detengan a ese hombre, me ha robado el bolso”, lo siento, tengo comida familiar. Esta excusa no admite contradicción. Es absoluta. Es “chufa”. Si uno tiene comida familiar, los demás tienen que aguantar carrete. No se puede decir nada. Es la ley no escrita. Pero no nos engañemos, hay más ejemplos como este en el día a día. Los hay muy claros en las costumbres de la clase política con sus problemas de agenda o sus cambios en el “escenario político” o la “voluntad política”. Dicho de otro modo, los políticos siempre tienen comida familiar. Les recomiendo un antídoto contra esta excusa. La bella frase escéptica “a otro perro con ese hueso”.

Tiro al político

Supongo que se habrán dado cuenta: lo que se lleva es el tiro al político. Es como una cacería. Hoy, el coche oficial, mañana los sillones, pasado la mesa y al otro, el menú. No es malo denunciar los abusos, pero tampoco es bueno abusar de las circunstancias. Son malos tiempos para el derroche y es muy sencillo enfadar a la gente contando cómo otros gastan sin mucha mesura. Habrá que pedir a los políticos que se midan y se autocontrolen y a los que levantan las alfombras que lo hagan ahora y siempre porque es su deber y es, además, algo muy sano para la sociedad en la que vivimos. De noche, todos los gatos son pardos y en tiempos de crisis, todos los políticos son carne de cañón.

Son muchos los llamados

Los políticos tienen algo que no tenemos los demás. Tienen una parte de mesías, de iluminado y de profeta porque están convencidos de que pueden regir el destino de los demás. Suena extraño, pero es así. Un político determina al resto de los ciudadanos. Redacta las leyes, las discute, las vota, las hace cumplir y hasta sanciona. El político tiene, por lo tanto, información privilegiada. Sabe dónde, sabe cuándo y, a veces, sabe cómo. El político te dice cosas que te gustan oír. A mí me dicen: «lo haces muy bien muchacho» y creen que así hablaré bien de ellos, pero se equivocan.

El político tiene argumentos como «para que lo hagan otros, lo hago yo», «lo hago porque me gusta», «es un servicio a la sociedad» y otros que es mejor no decir. El político se enfrenta a injustas críticas de gente que no quiere saber nada de él. El político es un enviado, un elegido. Al político le gusta el poder.

Trileros

Me gustan los trileros. Cuando era pequeño, me pasaba el día mirándolos con mi abuelo. Siempre me decía «nunca apuestes con ellos cuando seas mayor. Te timarán».

Mi abuelo me enseñó a saber quién es el gancho. Suele ser uno de los que están apostando contra el trilero. A veces, hay más de uno. Son compinches suyos y hacen que ganan con facilidad para que la gente se anime a apostar.¿Dónde está la bolita? O ¿Dónde está la reina? Esas son las preguntas.

Me gusta ver a los trileros, pero no apostar con ellos. «Aquí hay un trasvase, ahora ya no está, ahora vuelve a estar… ¿Dónde está el trasvase?» Creo que ya lo entienden… También hay trileros con corbata y coche oficial. También tienen ganchos con puestos altos en grupos de comunicación potentes. Menos mal que yo sigo haciendo caso a mi abuelo.