Hazte político. Hazte cura. Hazte monja. Modernízate. Moderniza. Sé ejemplar. Vende el piso de Salou y dona el dinero a los pobres. Revoluciona. Evoluciona. Acaba con los problemas en dos tardes como un superhéroe. Contenta a todos, queda bien con todos. Sonríe, no tengas un mal día. Viaja. Pega carteles. Haz campañas electorales en pueblos pequeños. Habla en el pabellón para cuatro personas. Supera la vergüenza ajena. Soporta a los “compañeros y compañeras” que te pondrán la zancadilla. Renuncia a tus días de fiesta. Memoriza el argumentario. Soporta que te llamen corrupto, cara dura, pederasta y otros amables insultos. Hazte el tonto y el majo ante los periodistas. Asume que las conversaciones sobre la trascendencia del ser humano acabarán reducidas a una superficial discusión sobre condones en África. Soporta con paciencia a los chupatintas que se te acercarán para pedirte algún favor. Cuando tu conciencia ya no te permita seguir en el cargo, déjalo y búscate la vida fuera. Cree en la democracia y en el sistema. Cree en la Santísima Trinidad y háblale mentalmente a una caja que contiene unos trozos de pan en los que tú crees que está Dios, el creador del Universo. Repite frases complicadas como “cordero de Dios”. Lee libros ancestrales. Entiende que otros no entiendan y que la fe queda fuera del debate. Asume que conceptos como el yoga, el karma, los chakras y la energía positiva tienen mejor prensa que tu fe. Pasillea. Queda bien con tu jefe. Entra en la lista. No digas lo que piensas. Estamos en crisis. Es el momento. Atrévete, cruza la línea y trata de cambiar tú las cosas desde dentro. Parece que tienes las ideas claras. Si no, sigue mirando desde la barrera y piensa un minuto antes de repetir las mismas tonterías de siempre.