Un garrotazo por compasión

Los niños anti plan Bolonia se lo pasan muy bien haciendo el tonto. Se han cansado de estar en el interfacultades fumando hierba y ahora se han metido en el rectorado. El fin de semana pintaron de rojo el agua de algunas fuentes. Cinco mil euros y treinta jornadas de trabajo. Me equivoco hablando sobre ellos, pero me gusta equivocarme de vez en cuando. Debería ignorarlos, pero no tengo tiempo. El rector se la coge con papel de fumar. El delegado del gobierno espera a que suene el teléfono y los ciudadanos nos preguntamos cómo cuatro porreros pueden entrar con sus colchones en el rectorado como Pedro por su casa. Que alguien haga algo. Que entren y les den un garrotazo. Lo están pidiendo a gritos. Es lo que más desean en el mundo. Así tienen algo que contar el resto de sus aburridas y previsibles vidas.