Se hace raro esto de que los políticos pidan perdón. Uno no sabe si poner el pulgar hacia arriba o hacia abajo. Uno no sabe si creer o desconfiar. Hablo de perdón porque Belloch ha hecho algo parecido a pedir perdón hoy en referencia al asunto del gasto desmesurado en mobiliario en el seminario, es decir, de las sillas de casi tres mil eurazos. El perdón se da o no se da, igual que el voto. Hay personas que dicen aquello de «perdono, pero no olvido», que es una forma sutil de no perdonar. Lo que pasa es que en el mundo de la política el tiempo pasa muy rápido y las cosas se olvidan pronto. Disculparse es un buen detalle para un político. Se agradece que haya personas con decencia en una sociedad que encumbra a los ladrones y a los delincuentes y les paga por aparecer en los programas de televisión. Si pide perdón, bienvenido sea. Después, cada uno que vote a quien quiera.