José Luis Aramendía es un personaje escapado de una novela de Baroja. Ama el Románico y detesta a los políticos. Viene mucho por la tele y por la radio. Me ha traído este texto para que lo ponga -como dice él- en internet. Allá que va:
«Tengo la costumbre a pesar de ser agnostico, de reconocer los merecimientos de las Iglesias, entre ellas la Catolíca.Marcar con un aspa la casilla del dinero que se desea se destine a la Iglesia Católica, no es una gracia o donación gratuita, sino fruto de un acuerdo al que se llego con el Gobierno de España cuando, el Banco de San Carlos, antecesor del Banco de España, quebro como consecuencia del cuantioso gasto que la indepencia de las naciones americanas astaba costando al erario español.
Fue Mendizabal, ministro de Hacienda de Isabel II en 1.836, quien para salvar la quiebra del citado banco de San Carlos y ante el fracaso de la emisión de una cantidad de obligaciones que cubriese el «agujero» que él pensó que los ingleses nos quitarían de las manos, confiscó todos los bienes de la Iglesia, tierras, monasterios, casas, conventos, etc. que saco al mercado mediante el timo, aun hoy en vigor, de la subasta pública. Como no podía ser de otra manera, fueron los mas ricos y poderosos «cuervos» los que acudieron a ella y se quedaron con todas las casas y terrenos por algo mas de dos reales. La Iglesia se quedo sin nada, el Banco de San Carlos no pudo solventar la quiebra, por haber quedado la deuda muy lejos de lo recaudado y hubo que cerrarlo, fundándose el actual Banco de España para que lo sustituyese.
Tras el «brillante resultado» de la oparación de aquel ministro; -nada nos viene de nuevo a los españoles-, los curas, monjes, monjas y frailes quedaron en la mas absoluta miseria sin tener ni para comer, viéndose obligado el gobierno a concederles, a cambio de lo legalmente «robado»,una pensión vitalicia indefinida de la que hoy es consecuencia la asignacion dineraria que se le entrega, libremente acordada con la Santa Sede y que le permite desarrollar las muchas actividades de caridad que lleva a cabo y vivir.
Repito que hace ya mucho tiempo deje de creer en el amor, en la amistad y en Dios, pero considero que cada cual debe aguantar su vela. Os recomiendo pues que pongais la cruz.
Un abrazo».
Jose Luis Aramendía