El programa de televisión Masterchef se ha emitido en cuarenta y cinco países diferentes. Ciento treinta y cinco finalistas. Millones de espectadores que ven lo mismo, que lloran a la vez y sienten rabia al mismo tiempo. Hay miles de ciudades con insoportables planes de movilidad, anillos verdes, alquiler municipal de bicicletas, afueras con viviendas de protección oficial de colorines y proyectos de tranvía en marcha. Los centros comerciales son siempre el mismo y se repiten en ciudades y barrios. Los bares se convierten en curiosos escenarios que pretenden imitar tabernas irlandesas o cervecerías alemanas. Los chinos conquistan el bar del barrio. El cerco se va estrechando. Somos clones, somos ovejas. La serie de moda de la que hablaremos se está rodando ahora. El móvil que llevaremos dentro de cinco años ya está inventado. Llegados a este angustioso punto, nos preguntamos como los protagonistas del Chapulín Colorado: oh, y ahora ¿quién podrá defenderme? El arribafirmante se está sacando el título de superhéroe por la UNED. Mientras tanto, ahí van algunas ideas: no olvidar la infancia. Revivirla en los niños con los que uno convive. Recordar la magia que tienen los pequeños descubrimientos y el absurdo inexplicable y divertido de algunas actitudes. Olvidar esa época supone perder demasiado. Otro asunto que nos diferencia del borreguismo de centro comercial es la lectura. Los libros que uno ha leído le marcan más de lo que parece y lo convierten en un ser único y diferente intelectualmente al resto. No solo por el contenido de esas historias, sino por dónde las imaginamos, las caras que pusimos a los personajes y el universo interior que fuimos construyendo. No leer o leer el insoportable pienso para pollos que hay en oferta puede ser un modo de perderse una parte importante de un aspecto de la vida: el viaje hacia el interior. Y el último: el pueblo. Todos tenemos un pueblo, más o menos. Avergonzarse de él es un error y que una marca de bebidas nos quiera redescubrir los pueblos es dantesco. ¿Recuerdan algún libro que leyeron durante la infancia en el pueblo?
Heraldo de Aragón
Ni mareas, ni derivas
Es muy probable que las ideas sigan moviendo el mundo. Habría que estudiarlo con calma. Tal vez, eso que llaman “el debate de las ideas” tenga una función concreta y alguien desde algún remoto sillón ande pensando por dónde debe ir el futuro de la humanidad. Mientras tanto, lo que funciona a pie de calle es el eslogan. Nos vuelve locos, tanto que profundizar en cualquier materia se convierte en muchas ocasiones en algo complicado. Afirmar en un foro público que te has leído una ley o que has estudiado el auto de determinado juez resulta pretencioso y hasta grosero. Los “estribillos arrojadizos” se imponen como moda limitadora y cortante. Intolerante, frentista, retrógrado, reaccionario son algunas de estas palabras que cortan el debate de raíz y mandan al afectado al limbo de los argumentos.
“Yes, we flan”. Sí, señor Obama, somos un flan llamativo, vibrante, efímero y tembloroso. Díganos ahora señor presidente de la información qué era aquello que podíamos conseguir entre todos. Da igual. Repitamos palabras y el contagio nos dará la razón. Si queremos quejarnos de algo, tendremos que constituirnos en marea de algún color concreto. Después, nos juntaremos y gritaremos “sí, se puede”, aunque no se pueda ni remotamente. Si queremos dinero, haremos crowfunding o un calendario en paños menores. Los que mandan seguirán tomando sus decisiones en sus despachos y nos echarán las migajas para que, intimidados por los focos y la falta de experiencia digamos “sí, chef” y bajemos la mirada como un perrillo travieso. Abusamos de la metáfora náutica, es cierto. Derivas, mareas, hojas de ruta son palabras habituales en nuestros debates. Propongo incorporar algunas más: motín, abordaje, grillete, lastre, balsa y víveres, por ejemplo. Seguro que nos lo pasaríamos mejor.
Publicada en Heraldo de Aragón en Junio de 2013.
Luz en casa de Melero
Hace unos años, mi amigo Enrique comenzó a mandarme unos mensajes que empezaban así: “luz en casa de Melero”. Este curioso título iba acompañado de divertidas reflexiones que le surgían en su vuelta a casa generalmente tras una noche de juerga. Mi amigo imaginaba donde vivía el bibliófilo José Luis Melero por algunas referencias extraídas de sus lecturas de autores aragoneses y siempre procuraba pasar por esa calle. Lo imaginaba leyendo y ordenando sus libros. Ha pasado el tiempo y, por fin, hemos ido a casa de Melero. No vivía donde mi amigo pensaba, pero era bastante cerca. Le hemos llevado unos dulces excelentes que elabora la madre de Enrique y que me han hecho quedar bien de rebote en más de una ocasión. La visita ha sido como un fogonazo para ambos. Hemos visto primeras ediciones de libros maravillosos, dedicatorias de maestros de la literatura, fotografías mágicas y curiosidades que solo un amante de los libros puede valorar. También hemos recordado que la lectura es un tesoro, que no conviene perder el tiempo con libros estúpidos y que no hay que dejarse avasallar por la tecnología porque trae consigo mucha morralla. A Melero le ha importado mucho menos nuestra pequeña literatura que nuestra bondad personal. Eso me ha hecho pensar. Nos ha dicho que, aunque los aragoneses seamos gente contenida y nos cueste mostrar el afecto, conviene tratar bien a los demás y sembrar el mundo de cariño. Según avanzaba la tarde, Melero me iba pareciendo un tipo cada vez más joven y más entrañable. Enrique Cebrián le ha dejado su nuevo libro “Estancia de investigación”, una pequeña joya recién editada en la que se cuenta esta visita mucho antes de suceder. Me he dado cuenta de que, en cierto modo, mi amigo tenía razón en sus mensajes: hay mucha luz en casa de Melero.
Hazte político
Hazte político. Hazte cura. Hazte monja. Modernízate. Moderniza. Sé ejemplar. Vende el piso de Salou y dona el dinero a los pobres. Revoluciona. Evoluciona. Acaba con los problemas en dos tardes como un superhéroe. Contenta a todos, queda bien con todos. Sonríe, no tengas un mal día. Viaja. Pega carteles. Haz campañas electorales en pueblos pequeños. Habla en el pabellón para cuatro personas. Supera la vergüenza ajena. Soporta a los “compañeros y compañeras” que te pondrán la zancadilla. Renuncia a tus días de fiesta. Memoriza el argumentario. Soporta que te llamen corrupto, cara dura, pederasta y otros amables insultos. Hazte el tonto y el majo ante los periodistas. Asume que las conversaciones sobre la trascendencia del ser humano acabarán reducidas a una superficial discusión sobre condones en África. Soporta con paciencia a los chupatintas que se te acercarán para pedirte algún favor. Cuando tu conciencia ya no te permita seguir en el cargo, déjalo y búscate la vida fuera. Cree en la democracia y en el sistema. Cree en la Santísima Trinidad y háblale mentalmente a una caja que contiene unos trozos de pan en los que tú crees que está Dios, el creador del Universo. Repite frases complicadas como “cordero de Dios”. Lee libros ancestrales. Entiende que otros no entiendan y que la fe queda fuera del debate. Asume que conceptos como el yoga, el karma, los chakras y la energía positiva tienen mejor prensa que tu fe. Pasillea. Queda bien con tu jefe. Entra en la lista. No digas lo que piensas. Estamos en crisis. Es el momento. Atrévete, cruza la línea y trata de cambiar tú las cosas desde dentro. Parece que tienes las ideas claras. Si no, sigue mirando desde la barrera y piensa un minuto antes de repetir las mismas tonterías de siempre.
Rubias y gorilas
Lo dijo Amy Martin y creo que tenía razón: necesitamos una víctima semanal, un personaje al que lapidar con nuestro desprecio y al que acusar y criticar en la barra del bar y en el vertedero de odio sin criterio en que se han convertido las llamadas redes sociales. La sociedad y los políticos se prestan fácilmente al juego porque no dan la talla y los medios de comunicación ofician como sacerdotes de la tribu a la hora de presentar la víctima al monstruo deforme y feo de la opinión pública. Todo vale. Nuestros líderes no están a la altura de la situación. Se confirma en cada uno de los casos de corrupción o de presunta corrupción que están aflorando. Es cierto que debe prevalecer la presunción de inocencia y que hay que esperar, pero eso ya no es suficiente cuando se habla del dinero de todos y de la honorabilidad. En los tiempos que corren, un político debe estar preparado para rendir cuentas ante los jueces a velocidad de tortuga y ante los telediarios a velocidad de liebre. No se puede fallar en ninguna de los dos porque, aunque no se pierda la legitimidad, sí se pierde la credibilidad. La comunicación es esencial para el político, pero todavía no se ha dado cuenta. El político español se ha dedicado tradicionalmente a comprar a buen precio la desinformación. Son cuestiones diferentes. Las ruedas de prensa sin preguntas se han convertido en una práctica habitual que debería avergonzarnos. El Gobierno titubea y encaja mal los golpes. La oposición no entiende de grandeza ni de compañerismo y aprovecha el barro para sacar una tajada absurda que no beneficiará al ciudadano. Queremos que salga King Kong todas las noches en la tele con la rubia en su puño. Queremos comprobar la consoladora realidad de que algunos que vivían como reyes ahora están peor que nosotros.
Gangnam style
Un baile para dominarlos a todos. Gangnam Style no es un baile más, ni una moda más. Es una fotografía precisa del ser humano del siglo XXI. No es una casualidad. El llamado baile del caballo, inventado por el hijo de un millonario surcoreano, es la pieza más vista en la historia de youtube, el conocido canal de vídeo en internet. El clip se ha reproducido más de mil millones de veces. La ONU dice que somos siete mil millones de habitantes en el planeta. Estadísticamente, uno de cada siete habitantes de la Tierra lo habría visto. Un buen grupo de famosos ha compartido su tiempo con el autor de la canción Park Jae-Sang, conocido como PSY. A todos les ha tocado hacer la gracia imitando el baile en cuestión. En muchos países, los humoristas de turno han realizado sus particulares adaptaciones con el conveniente cambio de letra. El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, estuvo también con PSY. Reconoció que el cantante le ha quitado la plaza de surcoreano más conocido y dijo que este tipo de fenómenos ayudan al entendimiento muto. Por ahí van los tiros, sí señor. La gente quiere bailar y ser feliz. El hombre actual tiene menos interés en saber de dónde viene y a dónde va. Somos tremendamente gregarios. Toca el baile del caballo y se baila. Magnificamos el canal por el que nos llega la información. Todavía no nos lo creemos y nos puede la fascinación que nos ata al consumo. Gangnam Style es un refrito que reúne de un modo atractivo, bailable y actual una mezcla de culturas y tradiciones folckloricas ligadas a la historia de la humanidad. Es un producto occidental servido y procesado por la técnica oriental, un fiel reflejo de lo que pasa en el mundo. Es una idea que sirve para unir en unos minutos lo que no se podría hacer en años. Por eso tiene tanto poder.
La marca España
La señal que deja el sol bajo las mangas de las camisetas de los albañiles es la marca España. La espuma de cerveza que queda en la comisura de los labios de los guiris en la Costa del Sol cuando apuran sus jarras de litro también es la marca España. Por lo demás, no creo en la tontería de la marca España en la que el Gobierno anda tan ilusionado. Tampoco creo en la marca Zaragoza, ese ridículo dibujito que nos costó un ojo de la cara en un estudio de Madrid y que vino acompañado, además, de un vídeo explicativo vergonzoso. Desconozco si el garabato rojo es útil a las empresas y a los autónomos de Zaragoza. Creo, además, que ellos también lo desconocen. Están muy ocupados con las cuentas y las facturas del nuevo IVA. Parece ser que los poderes públicos vuelven a olvidar que su deber es generar un marco en el que se pueda desarrollar la libre competencia. Es curioso comprobar cómo muchos políticos se empeñan en comportarse como capataces y caciques. El Gobierno nunca puede ser el motor de la economía. En Aragón, cada vez que tenemos elecciones autonómicas, comprobamos que la GM no es la mayor empresa de la Comunidad Autónoma porque siempre lo es la DGA. Mientras tanto, las ayudas y las ideas originales para los emprendedores brillan por su ausencia. Hay mucho artificio, mucho semillero de ideas para mangonear talento y hacer la foto y poca ayuda real que se plasme en leyes y en beneficios fiscales. Además, seguimos sin recortar algunos gastos vergonzosos que deberían suprimirse aunque solo sea para ganar algo de credibilidad de cara al ciudadano. La marca España es un envoltorio cutre en el que no habría que gastar ni un euro más. Las marcas ya saben manejarse solas, pese a los gobiernos. El descontento y la frustración son hoy la marca España.