Al rico tópico

Los tengo de todos los colores. Me los quitan de las manos, oiga. Legislatura tras legislatura, estos tópicos se cumplen inexorablemente y, si nadie lo remedia, acabarán convirtiéndose en dogmas democráticos con denominación de origen, como el ternasco. Empecemos por uno pintoresco: la izquierda tiene más sensibilidad y más idea en materia de cultura. El polémico nombramiento del Director General del ramo cumple con creces este tópico y la reacción de un amplio sector de la izquierda nos lleva a poner una cruz en el tópico de que algunos juzgan y condenan a otros por lo que piensan y no por lo que hacen. Otra máxima que no deja de ser cierta: los más listos son siempre los del PAR. Gane quien gane, ellos siguen teniendo su puesto y su cuota de poder. Y otro más, que estoy que lo tiro: la gente de derecha cualificada,  preparada y con liderazgo de verdad no quiere ni por asomo asumir cargos para recibir palos cuatro años y volver calientes a sus puestos si es que siguen existiendo. Quizá, por eso se escucha tanto en los mentideros la sorprendente frase de “no tienen gente” y quizá por eso hay cierto continuismo en algunos altos  cargos que, por lo visto, no lo han hecho tan mal. Pero bajemos a un terreno más superficial: estoy esperando que algún valiente rompa con la costumbre de que el político del PP lleva un refulgente moreno y  un jersey de un solo color al hombro los días informales y de que el político de izquierda tiene que parecerse al Felipe González de los años ochenta. Una cosa es ser militante y otra es ser mutante. Penúltimo tópico, que me cierran el chiringuito: los asesores no se eligen por su cualificación y sus posibilidades de aportar. Se eligen como recompensa o por amiguismo. Y ahora el último: visto lo visto, en todas partes cuecen habas.

Queremos políticos Amateurs

Fíjense qué cosas. El otro día Aznar vino como una estrella del rock a Zaragoza. Ayer, Felipe González estuvo hablando más de una hora y media llevándose a la gente de calle. Mientras tanto, los políticos en ejercicio hacen lo que pueden. El uno, Zapatero, ni viene y el otro Rajoy, hizo lo que pudo. Tenemos políticos de medio pelo. No hay más que verlos en los mítines. Leyendo papeles de un modo cutre, sin sentir, sin transmitir, sin meterse a la gente en el bolsillo, sin usar, al fin y al cabo, la oratoria, que debería ser una de sus armas. Uno diciendo que los brotes verdes son de Marihuana. El otro, ministro él, mete la pata hasta el fondo hablando de asuntos de seguridad y la otra, la joven Leyre Pajín, dice hoy que cuando Zapatero presida la Unión Europea, el mundo vivirá un momento histórico con un líder como Obama y otro como Zapatero, progresistas los dos, qué majos, en el poder del mundo. Terrible. Queremos políticos profesionales, es decir, no profesionales. Los queremos Amateurs, que significa que aman lo que hacen.

Con la que está cayendo

El otro día estuvo Felipe González en el programa de Concha García Campoy, el programa que tiene una mesa de cristal más grande que todo el plató del maquinista. Felipe vino a decir que estamos muy despistados hablando de asuntos que ahora no deberían interesar. Lo que importa es la crisis, pero no nos gusta mirar a los ojos a la bicha. Nos interesa sortearla y hablar de otros asuntos. Por eso, quizá, algunos mandan gente hasta Austria para hablar del monstruo. Decía Felipe, que no nos hemos dado cuenta de lo que tenemos encima y de que hay que cambiar la mentalidad. Eso es complicado. Imaginen que les dicen que van a ganar ustedes el 20 por ciento menos. ¿Qué cuerpo se les queda? Hay una frase en la calle y en los medios de comunicación que no para de repetirse, fíjense. «Con la que está cayendo». Todo el mundo la repite, pero casi nadie parece saber la que está cayendo de verdad.

Felipe González

Felipe González está sembrado. Cada vez que habla, brilla. La entrevista que podemos leer hoy en el diario Público no tiene desperdicio. Lo bueno que tiene Felipe es que habla como ciudadano y no como político. No le tiembla el pulso al advertir a Obama cuando dice que va a crear dos millones y medio de empleos. Felipe recuerda que en el año 82 prometió ochocientos mil empleos y, en lugar de crearlos, los destruyó. Ahora viene lo bueno… Dice Felipe: «desde entonces, me callé para siempre porque los empleos los dan los empleadores y no el Estado». Para que los empleadores den empleo el Estado tendrá que cuidar a los empleadores, me digo yo. Lo último que dice Felipe, con un tono de guerra de las galaxias, es también para enmarcar: «si no se refundan las instituciones internacionales, no se refundará el orden mundial». Ya lo ven… Cuando habla Felipe, los demás callamos.