La tortilla estatal

Tortilla_estatal

Leo en el blog de Santiago González una historia que me divierte. Esto me recuerda a la AEMET, la Agencia Estatal de Meteorología, que un día fue española y se convirtió en estatal. Ha dicho José María Fidalgo que estas cosas le recuerdan a tiempos de Franco, cuando la ensaladilla rusa recibía el nombre de imperial.

 Versión de ‘por la tarde’:

Un bar de Bilbao ha ganado el premio a la mejor tortilla de patatas de España y ha puesto un cartel en su fachada que dice “Premio a la mejor tortilla estatal”. No debe extrañarnos este miedo que muchos tienen a decir España. De hecho, el vino español de después de las conferencias o de las presentaciones de libros se va convirtiendo en vino estatal en algunas ocasiones. La Agencia de meteorología no es española, es estatal y así sucesivamente. Lo estatal se impone frente a lo español. Menuda chorrada digo yo. Avergonzarse del origen de uno mismo es algo extraño, algo incoherente y lleno de veneno. Además, si nos ponemos serios y seguimos el dicho de que uno no es de donde nace sino de donde pace, llama la atención que muchos de los que utilizan tanto la palabra “estatal” y no les gusta mucho España son los mismos  que después chupan de la borrega española.

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El dinosaurio todavía estaba allí

La maquinaria del Estado se mueve como un viejo dinosaurio, lenta y pesadamente. Es exigente e inflexible para pedir obligaciones y lenta y tibia para brindar servicios y protección. Además, es cara y compleja. La Administración acaba siendo chufa para muchos políticos que encuentran en un cargo una forma de vivir del cuento. Tenemos muchas instituciones que, lejos de mermar, siguen creciendo en espació y en número de personas. Detrás de esta maquinaria se sitúa la información, que va siguiendo al monstruo y contando partes de su realidad que puedan interesar. Por el camino se quedan muchos problemas sin resolver. Asuntos que en su día fueron grandes noticias, acaban en la más absoluta ignorancia. Así está montado el chiringuito.