Autocrítica

Un día alguien me sugirió que la música de mi banda era mediocre. Antes, alguien me había dicho con ironía que tocaba el bajo como un oso. Lo pensé y me di cuenta de que tenían razón: yo era un músico muy malo. Tenía un problema y una gran ventaja. El problema se podía matizar con trabajo y la ventaja me colocaba muy por delante de los demás, porque casi todos eran igual de malos que yo, pero ellos no lo sabían porque nadie se lo había dicho nunca. Algunos, por cierto, siguen todavía por ahí creyendo que cada día escriben una página de una especie de antología de la música universal. ¿A dónde quiero llegar? A que nos falta autocrítica en todos los aspectos y en especial en el cultural. No existe la música aragonesa, ni la poesía aragonesa, ni la literatura, el arte o el cine aragonés. Existe el artista universal. Lo demás son subgéneros en busca de subvención y palmeros. Estas actividades no están mal y son muy dignas, pero necesitan exigencia y eso, por lo general, solo se encuentra lejos de la casa de uno, donde no le pasarán la mano por el lomo diciéndole lo guapo que es. Una crítica que te pone verde es oro puro. No es una faena. Hay que saber recibir críticas y, cuando toque, hay que esforzarse en ofrecerlas porque, aunque parezca raro, es más fácil alabar y dejar contento al otro que decirle que puede mejorar y jugarse la simpatía o incluso la amistad. Ya que hemos hablado de música, sigamos con ella. Es especialmente divertido contemplar cómo, de vez en cuando, algunos músicos de éxito de Aragón, que se han tenido que marchar de su ciudad para poder cumplir sus sueños, tienen que aguantar al político de turno decir que esta tierra es cuna de grandes artistas. Tonterías. La verdadera cuna del artista es el trabajo, la exigencia y el talento.

Soy el peor realizador de Aragón. Ed Wood me lo ha dicho

No podía dormir. Tengo el tobillo destrozado. Un central me lo hizo polvo el sábado pasado y por las noches me duele. Pienso y tengo sueños ligeros. Leo «Noches de BV80». Pronto lo terminaré y no sabré que hacer sin tener cerca un Valtueña rodeado de músicos y putas.Esta noche, Ed Wood se me ha aparecido en sueños. Me ha dicho lo siguiente:

-Alégrate. Vengo desde lejos para decirte que eres, como yo, el peor realizador de algo. Como vives en Aragón y todo es aquí tan territorial, eres sin duda el peor realizador del territorio aragonés. Mereces una retrospectiva en la carpa del ternasco. Tus infames vídeos flotan por youtube y hoy te voy a invitar a recordarlos.

Empecemos por esto. Querías presentarte al videominuto y no te daba tiempo. Lo entiendo. Por eso hiciste esta crítica velada al mundo del cine que tanto te la suda. ¡Genio!

Después, pretendiste presentar tu libro desde casa. El mundo no lo entendió. Demotraste que lo importante en el cine son las ideas y no el presupuesto. Grande.

Luego, sin pedir permiso a tus compañeros, hiciste este vídeo infame con una cámara de fotos digital de 1 megapixel. Te llamaban de las teles y te pedían el vídeo en mini Dv. Tú reías y respondías: ocupa 40 megas. Narcisista y campestre. Muy bien.

Llegó Paula Ortiz y dijo la palabra «Prelinger». Ahí se abrió  un mundo de infamia y latrocinio que aún te persigue. Hubo quien pensó que las personas que hacen sonar el vidrio eran los chicos de nubosidad variable. Hubo quien pensó que los adolescentes rusos eran unos chicos de Juslibol. Tú seguías despreciando el mundo del audiovisual. «Mensaje en un minuto de elaboración» era tu eslogan.

Y cuando unos chicos te pidieron que hicieras un papel en su corto y viste que te hacían esperar tres horas y media para decir dos frases, aquello colmó tu paciencia. Fuiste a casa y dijiste… ¿a que hago un videoclip en este cuarto de hora que tengo antes de ir a trabajar? Y lo conseguiste. Luego tuviste que pedir permiso al autor de la canción que flipaba un poco. Querías demostrarte que el moviemaker es suficiente y que eras capaz de contar con gestos una canción durante cuatro minutos.

Y últimamente, te has atrevido a coger la guitarra y a buscar un plano absurdo tirando la cámara al espejo para que se vea y puedas estar delante y detrás de la cámara a la vez.



Antes de despertar, Ed se ha acercado a mi oreja izquierda y me ha dicho con un susurro:

-Hay un regalo para ti en el apartado «borrador» de tu blog. Míralo y dale a publicar. Cuando te pidan el videobook, tú dales ese link. Te vas a forrar, tío.

Yo le he obedecido.

Ed Wood Manda.

Oua Umplute, café agridulce

Crítica de Teatro. Texto de Octavio G. Milián

Teatro Che y Moche en su vertiente más musical y de teatro de calle estrenó por fin en Zaragoza su obra Oua Umplute con la que lleva casi dos años girando por toda España, con un enorme éxito de crítica y público. No se trata de un montaje teatral al uso, puesto que la línea narrativa es mínima: basándose en las excusa de un espectáculo musical de influencia zíngara en el que cuatro primos realizan un homenaje a su abuelo Dimitri, se van sucediendo una serie de anécdotas y momentos cómicos basados sobre todo en la fuerza expresiva y corporal de los intérpretes. Las canciones, que son la base del espectáculo, se van desgranando de manera regular durante toda la obra, ejecutadas de manera festiva por una banda solvente en la que destaca la enorme maestría de la violinista y el trabajo eficiente del guitarrista, sobre todo marcando las líneas de bajo. El cuarteto se completa con un batería-percusionista, que juega el papel de patán descocado y un maestro de ceremonias, riguroso en el clarinete y el saxo. Una escenografía muy lograda, carente de excesos y supeditada al movimiento mínimo del escenario, convertido casi en sala de conciertos, además de algunos momentos hilarantes, con participación del público incluida son lo más destacado de este Oua Umplute. Es importante recalcar que el montaje se asemeja mucho más a un café cantante que a una dramaturgia clásica, lo que lo hace, posiblemente, cercano al público generalista pero que puede ser una sorpresa agridulce para el que no se acerque avisado.