Estamos en la semana de la movilidad sostenible. Para mí, es la semana de la ambigüedad y el vacío. Me explico: la expresión “desarrollo sostenible” tiene más de treinta años. Se inventó de prisa y corriendo porque el Gobierno Americano vetó la expresión “ecodesarrollo” que se había utilizado en un documento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El desarrollo sostenible dejaba contentos a los economistas, que buscan el desarrollo y a los ambientalistas, que buscaban la llamada sostenibilidad. Luego viene el recorrido de la expresión que no siempre es igual, pero sobre el que vale la pena reflexionar. Un informe de la ONU, tras el matiz del poderoso, llega a los dirigentes políticos nacionales en formas diversas, pongamos por ejemplo, de directiva europea. El político empieza a utilizarlo, el periodista a repetirlo, el ciudadano a asumirlo y así se pasan treinta años, con la Expo por el medio, para llegar a la conclusión de que hay que cortar el Paseo Pamplona un día y hacer una serie de eventos como un día sin coches para cumplir con la semana de la movilidad. Mientras, en el océano, hay más de seis mil barcos cargueros que consumen cien mil litros de combustible al día y en el cielo, más de veinte mil aviones consumiendo doce litros cada kilómetro. Nosotros, sin embargo, debemos ir en bicicleta y no coger el coche. Como ciudadano de Zaragoza, me gustaría disponer de un sistema de tranporte eficiente sin que se mezclen los conceptos. Me gustaría que la bicicleta se integrara con sentido en el tráfico. Se hizo acertadamente en algunos casos con la autodeclarada ingeniería social de Belloch. Se ha hecho muy mal en el paseo de la Constitución y sería preciso corregirlo. Hay un atasco permanente y pasa una bicicleta cada media hora. Hay quienes hacen de la sostenibilidad una especie de ídolo contra el que no se puede decir nada. No somos culpables. Si tengo que coger el coche, lo haré sin complejo y si puedo, iré caminando. No soy tonto, ni mala persona. No necesito que me corten la calle, ni que me obliguen a no conducir porque es la semana de la idiotez europea. No me líen. Que cada palo sea sostenible con su vela.
columna heraldo
Mierda de país
Eres culpable. Eres responsable. Vives en una burbuja y solo te das cuenta cuando ganan los que no piensan como tú. Si vives en una burbuja de gente que te da la razón y hace lo mismo que tú, debes saber que no vives en el mundo real. Crees que los que piensan diferente a ti son un grupo de ancianos y un grupo de pijos con perlas y camisas azules. No es así. Pero sigues empecinado en lo mismo. A veces, parece que te gustaría que no existieran, que se volatilizaran, que desaparecieran. Eso no es la democracia. Es otra cosa peor. La democracia es la convivencia con esos. Debes esforzarte. Sal. Conoce gente diferente. Escucha argumentos. Lee. Abre tu mente. Ponte en su lugar, practica la empatía. Quizá así puedas cambiar algo.
Dices “mierda de país” porque no te gusta lo que dicen las urnas. Ese argumento sería perfectamente válido para que lo usen otros el día en que el recuento de las papeletas te deje contento. Por cierto, ese día llegará. Deberías haberlo visto. Deberías saberlo y no perder la esperanza. Tampoco deberías perder el respeto por los que hoy han votado algo que no te gusta. Quizá sean los mismos que dentro de cuatro años voten lo mismo que tú. No tienes la verdad absoluta. No tienes la información. No tienes el control. Tienes una impresión más o menos acertada y –al igual que todo el mundo- estás lleno de prejuicios. Los peores prejuicios son los que tienes contra ti mismo, son los que no te dejan avanzar. Si vas a practicar una vez más el “exilio de boquilla”, déjame decirte que te estás haciendo daño a ti mismo y que se lo estás haciendo a la sociedad. Lárgate ya o calla. Te lo digo también a ti, que tenías tanto miedo “al coletas” y que ahora respiras aliviado. También querías exiliarte, pero ahora España vuelve a ser bella. Tenías la maleta hecha, decías. Ya no viene el demonio. También tú eres culpable y responsable. ¿Crees que tus ideas son las buenas, verdad? La tradición, la moderación y todo ese discurso rancio y monocromo. Nos conocemos. No te va a valer ese cuento para siempre. Lo sabes. Espabila. Mézclate. Construye una sociedad que merezca la pena y no una mierda de país.
Para Luca
Querido Luca: debería haberte regalado unos bodis o algo así para celebrar tu nacimiento, pero creo que no te iban a hacer mucha ilusión. Así que te regalo esto para que cuando crezcas lo puedas leer alguna vez. Voy a hablarte sobre tu mamá, aunque la verdad es que no la conozco mucho. Simplemente, voy a hablarte de su profesionalidad. Tengo la suerte de trabajar con ella unas pocas horas al mes y aprendo y disfruto mucho en estos pequeños espacios de tiempo. Voy al trabajo de tu madre de vez en cuando y ella es la que se encarga de recibirme y de organizar lo que hago. Desde el principio me di cuenta de que es una persona que ama lo que hace y que se toma muy en serio su trabajo. Es una persona apasionada. Como tú eres su heredero, te pongo aquí algunas cosas que debes aprender de ella cuando te vayas haciendo mayor. Tu madre sabe hacer que la gente se sienta especial. Eso no es sencillo. Creo que se consigue poniendo atención e interés de verdad en lo que se hace, pero no estoy muy seguro. De lo que sí estoy convencido es de la importancia de la sonrisa y del espíritu optimista. A veces, sale natural y otras, hay que sacarlo de dentro, del oficio. Tu madre sabe pagar en cariño y eso vale mucho más que el dinero porque todos estamos necesitados de afecto. Además, ella disfruta con los pequeños detalles y tiene una curiosidad enorme por todo. Otra pequeña costumbre que debes aprender, pequeño Luca, es la importancia de los pequeños ritos. Tu madre siempre repite algunas acciones que hacen que todo funcione bien y que las personas que andan por ahí se sientan a gusto. Sus despedidas bajando la escalera poco a poco son parte de un ritual divertido y mágico. Lo hace casi sin darse cuenta, pero estos detalles son como una alfombra roja para los demás. Supongo que el secreto está en saber escuchar y en poner interés de verdad en lo que los demás hacen y lo que los demás son. En el fondo, lo que hace tu madre es ayudar. Con todo esto, es normal que tu madre sea muy exigente y que lleve a la gente en el trabajo más tiesa que una vela. Lo tienes claro, Luca. A ver quién le dice que no.
Belloch
Hace unos días, gracias a los micrófonos de Aragón Radio, tuve la oportunidad de preguntar al alcalde de Zaragoza Juan Alberto Belloch si creía que la sociedad se podía cambiar a golpe de ley y si se consideraba algo así como un ingeniero social. Belloch, sin titubear, me dijo que sí, que ahora Zaragoza es una ciudad mejor, menos provinciana y con una mentalidad más abierta. Hay que reconocer que algo de razón lleva el señor Alcalde. Hemos subido a la bici, vamos en tranvía, respetamos las señales y utilizamos palabras curiosas como movilidad, sostenibilidad o anillo verde. Belloch tenía una idea de ciudad y la aplicó por encima de las pequeñeces del día a día mientras las vacas gordas pastaban a sus anchas en la orilla del Ebro. Es, con diferencia, el político más sagaz y con mayor personalidad que hemos visto por aquí en mucho tiempo. Dice la izquierda que el concepto “ingeniero social” tiene connotaciones negativas. Dice la derecha que la ley debe ir detrás de la sociedad y no delante. Lo cierto es que, cada uno a su modo busca influir, cambiar lo que no gusta y mejorarlo. Hace tiempo que tener una ideología y ser consecuente con la misma resulta chocante, sospechoso y hasta digno de censura. Al alcalde esto le ha dado siempre igual para bien o para mal y ahí lo tienen. Belloch hacía pajaritas de papel con el argumentario de su partido, iba a buscar votos a la acera de enfrente, tendía trampas dulces a sus rivales políticos y conocía de sobra la máxima de que el peor enemigo está en casa. De otros se recuerda el cierre de persiana y las macetas. De Belloch, se recordará algo más. En la misma entrevista, como quien comenta una jugada del Monopoli, Belloch dijo que le hubiera gustado poner viviendas en Ranillas porque ahora, a ciertas horas, no va por allí ni el Tato. No dijo nada de Arcosur. No dijo que el 14 de septiembre de 2008 los zaragozanos celebramos con fuegos artificiales el fin de la expo y la caída de Lehman Brothers. Dijo que se sentía más joven que muchos jóvenes que conocía. Contradictorio y “muy suyo”. Belloch, una especie en extinción.
Publicada en Heraldo el 3 de octubre de 2014
Podemos
Podemos. Podemos podar. Podemos entonces. Presente de imperativo del verbo podar. Primera persona del plural. Podemos el gasto público de una vez y el endeudamiento crónico y cancerígeno. Podemos las ramas secas del populismo y las baratijas del panfleto. Podemos sin miedo a los mangantes. Podemos a los que indultan sin vergüenza alguna. Cortemos el grifo a los que no merecen nuestra confianza. Pero, por favor, seamos exigentes con nosotros mismos. Aprendamos a diferenciar al corrupto del resto. Honremos al trabajador honrado. Podemos la ignorancia y el comentario destructivo fácil. Podar es un arte. Podemos. Podar es el proceso de recortar un árbol. La poda puede incrementar el rendimiento del fruto. Se emplea para obtener fustes más rectos y con menos ramificaciones, por tanto, de mayor calidad. Poda tú. Pode él. Podemos nosotros. Hay algunos, quizá los más viejos del lugar, que siguen agazapados con la convicción de que todo volverá a ser como antes. Los jóvenes deben decirles que no, que esto ha cambiado y va a seguir así. Podemos el eslogan facilón que sirve tanto para encumbrar a Obama, como para que la “Roja” gane el mundial o para que algunos equipos de fútbol consigan quedarse como estaban, aunque ahora lo llamen “salvación”. “Sí, se puede”, decían. “¿Qué se puede?”, pregunté. “Calla y grita”, me respondieron. Y me marché a mi casa. El dinero público se sigue gastando en mecanismos inventados para mantenerse en el poder. Los extremos de los demás nos asustan y no miramos los nuestros. Podemos poco a poco la renovada monarquía y su Casa Real. Quedémonos con lo justo por ahora. Cuñados, yernos, marqueses, condesas y demás tropa que vayan buscando un trabajo digno que los haga felices y los aleje poco a poco de las revistas y la sopa boba. Es el tiempo de la poda.
Predicción necesaria del contrario
Hemos hablado alguna vez de algunos curiosos mecanismos que mueven a la opinión pública española. Alguna vez tratamos el “nivel satisfactorio de enfado” y hoy vamos a detenernos en la “predicción necesaria del contrario”. Si el primer concepto era esa cantidad de cabreo medido que uno busca en las opiniones que no comparte, ahora hablaremos de las suposiciones que uno tiene que hacer sobre la intención de los demás para justificar sus argumentos, a menudo pobres. Chapoteamos en un argumentario de estribillo fácil. Repetimos ideas de tertulianos. Nos interesa poco profundizar en debates para los que no tenemos tiempo. En este panorama de pobreza intelectual, necesitamos justificar nuestra creencia y lo hacemos señalando al que piensa de modo diferente. Lo ridiculizamos y buscamos el coro del grupo de palmeros de turno. Estoy convencido de que frases como “no quiero ni pensar qué pasaría si esto sucediera al revés” o “seguro que hay alguno que ya va diciendo por ahí” les suenan familiares. De hecho, tenemos la curiosa capacidad de formular el pensamiento del contrario antes incluso de escucharlo. Somos adivinos y solemos acertar porque, al igual que Rajoy, somos previsibles. La previsibilidad es un valor aburrido y malicioso que en política suele jugar malas pasadas. No entiendo cómo se puede alardear de semejante majadería. Lo cierto es que ante un hecho concreto que nos saca de nuestras casillas, andamos necesitados de carnaza, de alguien que lo apoye para sacrificarlo en el altar de nuestra ira. Esta actitud ciega la empatía y la posibilidad de un diálogo constructivo. Además, consigue que nos situemos en el extremo del debate, donde ni se escucha ni se piensa ni se razona. Seguro que hay algún tonto por ahí que dice o piensa que no.
¡Espabila, Aragón!
Espabilad ciudadanos de Aragón. Los vecinos catalanes van en serio. A Zaragoza la defiende su gente, pero ¿quién defiende a Aragón? Mientras nos entretenemos hablando de tonterías y riéndonos de nosotros mismos, otros no paran de moverse. Espabilad miembros del gobierno. Dad la cara, haced algo que resuene. Sed firmes. Montad una exposición itinerante sobre la Corona de Aragón. Salid en las noticias defendiendo la historia. Recordad que hay paro, reformas, crisis, corrupción y otros asuntos más importantes. Espabilad miembros del PAR. No nos llega claro vuestro discurso. Se ha difuminado. No nos enteramos de qué es Aragón ahora para vosotros. Espabilad miembros de CHA. ¿Sois más aragonesistas o independentistas? Parece que os hace gracia la izquierda catalana. ¿Defendéis Aragón o el nacionalismo en general? Espabilad miembros del PSOE. No sabemos qué pensáis del PSE. No sabemos si os duele el trato que nos da Cataluña. Espabilad miembros del PP. Tenéis la sartén por el mango. Dad la cara. Escuchad a los que saben de esto. En este periódico escriben algunos. No parezcáis ultras, sino gente culta. Los pregoneros de las Fiestas del Pilar, los compañeros de Oregón TV, son hasta el momento los únicos que han dado la cara y han obtenido cierto eco en los medios de difusión masiva. Por ahora, son los únicos que, con el pasaporte del humor, han hecho desempolvar una pizca de orgullo. Hace falta desmentir mensajes como los que ofrece la Generalidad Catalana en su página web en la que dice, entre otras afirmaciones curiosas, que Cataluña fue un reino, la Casa de Barcelona anexionó Aragón en 1137, y el «rey de Cataluña» Jaime I el Conquistador creó los «Países Catalanes». Noticia a noticia, titular a titular, la moral de la tropa va disminuyendo y la inventiva catalana va dejando poso. No es solo historia. Es futuro. Es rasmia, también. Es necesario un cambio de mentalidad. Solo hablamos del agua, de desdoblar carreteras y de las comunicaciones por el Pirineo. Nos hemos convertido en teóricos de la utopía. Cuando de verdad necesiten el agua, se la llevarán. Cuando quieran pasar por el Pirineo, pasarán. Mientras tanto, aquí estamos. Mirándonos las caras.