Mi trauma con el cine. Capítulo 1.
Querída Georgina:
No estoy orgulloso de ello, pero no me gusta el cine. O no me gusta mucho. Quiero decir que no lo aprecio ni valoro como la mayoría de la gente que me rodea. Escribo este artículo para que alguien me guíe y me eche un cable, no porque me enorgullezca de mis pensamientos que deben ser, desde luego, peores que los de un mono.Ire desarrollando mis ideas en post sucesivos para ver si llego a alguna conclusión.
Estoy convencido de que el cine no es un arte. Para que fuera un arte, el artista debería tener el control de casi toda la película y eso pasa en muy raras ocasiones. Aquí hay un debate muy interesante en el que quizá entre otro día. Renoir hijo me apoya.
No me gustan los actores ni las actrices. No me los creo en general. Un actor debería hacer solo una película en su vida. No es de recibo que James Bond sea también Robinson Crusoe. Mi mente de lector se rebela ante esa limitación tan burda. Tampoco me gusta que la cámara esté solo en un sitio y no en todos y que ese sitio lo elija otra persona que no soy yo. No me gusta que me lo den todo masticado. No me gusta el sonido agresivo del cine en el que una puerta que se cierra parece un terremoto. No me gusta el lenguaje falso que se usa; los «¿De veras?» o «¿podemos hablar un momento a solas en la cocina?» no me los creo. Creo que el cine no mira a la literatura y cuenta unos coñazos infumables. Lo iremos desarrollando poco a poco.