Había una vez un Belloch y una Tortuga. El Belloch era muy veloz y la tortuga era lenta y pesada. Belloch se llamaba Juan Alberto. La tortuga se llamaba Crisis. Belloch apostó con la tortuga a que le ganaría una carrera. La tortuga dijo sí brevemente con la cabeza y empezó a caminar lenta, como siempre. Belloch se reía de ella y corría veloz de vez en cuando, pero se paraba a descansar, a echar la siesta y a contemplar el paisaje. La tortuga no paraba nunca. Belloch, en cambio, tenía días muy buenos y días muy malos. La tortuga era discreta y la gente no se fijaba en ella. En cambio, a su rival, la gente de los caminos le ponía la zancadilla. Cerca de la meta, Belloch se puso a inaugurar unas obras, que era una de las cosas que más le gustaba hacer, y mientras cortaba la cinta vio como la Tortuga cortaba también la cinta de la meta. Belloch había perdido.