Belloch

Hace unos días, gracias a los micrófonos de Aragón Radio, tuve la oportunidad de preguntar al alcalde de Zaragoza Juan Alberto Belloch si creía que la sociedad se podía cambiar a golpe de ley y si se consideraba algo así como un ingeniero social. Belloch, sin titubear, me dijo que sí, que ahora Zaragoza es una ciudad mejor, menos provinciana y con una mentalidad más abierta. Hay que reconocer que algo de razón lleva el señor Alcalde. Hemos subido a la bici, vamos en tranvía, respetamos las señales y utilizamos palabras curiosas como movilidad, sostenibilidad o anillo verde. Belloch tenía una idea de ciudad y la aplicó por encima de las pequeñeces del día a día mientras las vacas gordas pastaban a sus anchas en la orilla del Ebro. Es, con diferencia, el político más sagaz y con mayor personalidad que hemos visto por aquí en mucho tiempo. Dice la izquierda que el concepto “ingeniero social” tiene connotaciones negativas. Dice la derecha que la ley debe ir detrás de la sociedad y no delante. Lo cierto es que, cada uno a su modo busca influir, cambiar lo que no gusta y mejorarlo. Hace tiempo que tener una ideología y ser consecuente con la misma resulta chocante, sospechoso y hasta digno de censura. Al alcalde esto le ha dado siempre igual para bien o para mal y ahí lo tienen. Belloch hacía pajaritas de papel con el argumentario de su partido, iba a buscar votos a la acera de enfrente, tendía trampas dulces a sus rivales políticos y conocía de sobra la máxima de que el peor enemigo está en casa. De otros se recuerda el cierre de persiana y las macetas. De Belloch, se recordará algo más. En la misma entrevista, como quien comenta una jugada del Monopoli, Belloch dijo que le hubiera gustado poner viviendas en Ranillas porque ahora, a ciertas horas, no va por allí ni el Tato. No dijo nada de Arcosur. No dijo que el 14 de septiembre de 2008 los zaragozanos celebramos con fuegos artificiales el fin de la expo y la caída de Lehman Brothers. Dijo que se sentía más joven que muchos jóvenes que conocía. Contradictorio y “muy suyo”. Belloch, una especie en extinción.

Publicada en Heraldo el 3 de octubre de 2014

bellcino

Superandoni. Capítulo 1: El nacimiento de un superhéroe

Reunidos de una parte D. Juan Alberto Belloch Julbe, mayor de edad y residente en Zaragoza o casi y D. Andoni Cedrún Ibarra, mayor de edad y residente en Zaragoza, deciden los siguientes extremos:

1.- Que la ciudad del Ebro necesita un superhéroe.

2.- Que Andoni Cedrún es el elegido por su carisma, fuerza y pitera.

3.- Que el Ayuntamiento de Zaragoza proveerá a D. Andoni Cedrún, en adelante, Superandoni o Supercedrún, del equipamiento necesario para desempeñar su tarea: Traje preto, gallumbo subcutáneo y capa.

4.- Superandoni se compromete a salvar la ciudad y preservarla del caos y el desorden que nos dejó la postexpo.

Para que conste en acta, así lo digo yo. Amén.

 

Adiós, Juan Alberto

Belloch y la Maña. Fernando Esteso y su hijo artista. Matamoros detenido unas cuantas veces. Roldán y su pareja rusa pasean y se dejan ver en buenos restaurantes. Becerril en su puesto. La Muela bien, gracias. Notivoli en el café de los artistas comparte barra con Perico Fernández.  Zaragoza cortada por la mitad. Nunca más la Ofrenda de flores pasará por el paseo de la Independencia. Decían que este paseo era el salón de la ciudad, pero los niños han montado en él el tren eléctrico y los mayores ya no pueden utilizarlo para sus cosas. Las manos de Belloch cogen un bolígrafo y hacen unos números que suman nueve mil. Las manos de Belloch se posan en los senos de la Maña ante el gesto divertido de Mari Cruz Soriano. Es la imagen de la otra crisis, de la decadencia, del recorte y del más de lo mismo. Las manos del alcalde, afanadas últimamente en la restauración de muebles, tocan chufa en el busto de la Maña. Dice que está en el templo de las mil puertas, en el inmenso palacio erigido en honor de la burocracia que llamamos seminario, pero no está ahí. Las manos de Belloch dicen adiós como el Rey Gaspar en la cabalgata. El alcalde que hizo cronista de la Expo a su rival político, hace ahora pregonero a quien tiene el deber de informar y criticar su gestión. Belloch el mago, el escapista, el “tocador” de señoras. El mejor político de Aragón, el que supo ir a buscar votos a la acera de enfrente, el que no fue sectario y el que tuvo una visión grande de Zaragoza y creyó en ella, está cansado. Aunque Izquierda Unida se deje el alma por llevarle el botijo y Chunta diga no, pero sí, Belloch no tiene más ganas y se va. Le deja, por cierto, el tomate a su mejor no amigo. El mejor político de Aragón ha dejado de serlo. Arden un par de contenedores en algún barrio. Anochece en Zaragoza.

 

Tranvía para todos

La puesta en marcha del Tranvía en Zaragoza me da pena. Es una muestra excelente del bajo tono político y ciudadano que hemos tenido durante toda la legislatura. En primer lugar, el “nuevo” medio de transporte deja en evidencia al equipo de gobierno en varios aspectos: el coste del proyecto en tiempos de crisis y la oscuridad que le rodea, el grave problema que supone un único carril para coches en Gran Vía y Fernando el Católico y sus dudosas soluciones, la inexistente prevención de la siniestralidad que trae el tranvía -miren a Valencia con cien accidentes y diez muertos en dieciséis años-, la compra de opinión con publicidad en todos los medios, el reclamo electoralista de palo y zanahoria con la gratuidad del transporte antes de las elecciones y, por último, el argumento que repiten los más viejos y ante el que no encuentro respuestas convincentes: “ya hubo tranvía y lo quitaron. ¿Para qué lo vuelven a poner? ¿Para quitarlo otra vez?”. Bajo tono político también en la oposición que ha utilizado el papel de fumar para tratar el asunto. Tibieza, cobardía, hechos consumados y a tragar. No ha habido valor para alinearse en contra. No ha habido voces en la política local que respaldaran a la ciudadanía, ni siquiera después de aquella encuesta de Ebrópolis -empresa pública presidida por un tal Juan Alberto- que decía que más de la mitad de los zaragozanos estaban en contra del tranvía. Ante este panorama, los intentos ciudadanos por manifestarse contra el proyecto se han ahogado pronto mientras muchos acudían a ver la maqueta del tranvía en la plaza de España como moscas a la miel. Y para colmo, ahora quieren meterlo por Independencia cuando nos habían vendido que este paseo era un salón de la ciudad orientado a los peatones. Llévense el tranvía por otro lado, por favor.

Publicada con algo de maquillaje en Heraldo de Aragón el 17 de febrero de 2011

Zaragoza estival

Zaragoza se despereza de un invierno largo. Como una chica triste que quiere disimular, la ciudad sale a la calle y se pone guapa. Maquillaje y vestido. La feria del libro con su carpa, su megafonía y sus casetas de libros muestra un escaparate de ciudad moderna y adaptada a los nuevos tiempos. Independencia es como la plaza del pueblo. Ahí te puedes encontrar a cualquier conocido. Este fin de semana, los barcos del Ebro están baratos. Sólo por un euro puedes ir desde Vadorrey hasta cerca de lo que fue la expo. Dicen que el año pasado se cuadraron las cuentas, pero no está nada claro. Además, a lo largo del año, el precio para montar en los barquitos va a ser más barato que la temporada anterior. A ver si ahora alguien más se anima. Y sobre el puente de piedra, mientras pasan las barcas por debajo, los zaragozanos disfrazados de ciudadanos medievales pasan un fin de semana divertido y original en el famoso y creciente Mercadillo medieval. A la gente le encanta este tipo de cosas. Quizá no sepan que estamos volviendo poco a poco a lo medieval, al feudo, al intercambio, al trueque. Son cosas de la crisis.

 

¿Y ahora qué cojones queréis? Un mensaje para Jerónimo Blasco

Perdónenme, pero voy a decir un pequeño taco, un exabrupto. Esta mañana ha tenido lugar  una rueda de prensa del señor Jerónimo Blasco sobre la ordenanza municipal del agua. Al terminar, como siempre, ha habido ronda de preguntas. Algunas sobre el asunto del agua y, después, alguna pregunta más. Ha dicho el señor Blasco que respondería abajo. Los periodistas lo han seguido y, una vez abajo,  ha dicho con malos modos: ¿ahora qué cojones queréis? Yo le voy a responder al señor Blasco desde aquí con seis cosas que queremos, es decir con tres pares de cojones:

 Primero, queremos políticos educados, que no escondan tras el enfado cotidiano su falta de ganas, entusiasmo, formación, información o lo que sea. Ya vale de asustabecarios.

Segundo, queremos que se nos trate con respeto cuando hacemos nuestro trabajo y que si no se va a responder, se diga con educación. Preguntar no debe ser nunca una ofensa. Recibir preguntas de periodistas es el trabajo normal de un gestor político.

Tercero, queremos que los políticos no se crean una clase especial o unos elegidos diferentes al resto y que no estén obsesionados y complacidos con la idea del poder.

Cuarto, queremos que las ruedas de prensa sean ruedas de prensa, no el dictado de un general.

Quinto, queremos que los políticos recuerden la labor de servicio que desempeñan.

Sexto, queremos que los políticos hablen de la crisis siempre y de las soluciones y sacrificios que vamos a tener que tomar. Es tiempo de sacrificio, parece que está claro. También lo es de exigencia. Al que no le guste, que se vaya.

Consultas solo al doctor

Al alcalde de Barcelona se le ha ocurrido hacer una consulta para ver si se mete a hacer obras en la diagonal y pone unos bulevares interesantísimos. Al alcalde de Barcelona, la idea le ha salido rana. No ha ido a votar ni el tato y los que sí que han ido le han dicho masivamente que deje la diagonal como está. El señor Hereu, el mismo que quiere llevarse las olimpiadas de invierno, ha tenido que cesar al primer teniente de alcalde. ¿Se imaginan que a nosotros nos hubieran preguntado por los barcos del Ebro o por el tranvía? Por lo menos hubiera sido un detalle. ¿Qué creen que hubiera pasado? Los políticos tienen el deber de decidir por nosotros. Además, ellos creen que saben hacerlo mejor que nadie, así que casi nunca preguntan. Preguntar, en política, es de cobardes. Tal y como está el sistema, las urnas son las únicas que tienen la capacidad de preguntar en condiciones.