"Hacia el interior", letras de sopa

«Hacia el interior» es un ladrillo para construir una casa de papel. Es, también, un conjunto de pajaritas de papel desdobladas, planchadas y encuadernadas,  un calzador de sillones magnífico, un arma arrojadiza, un cuaderno de recortables y el libro más complicado para reseñar que uno pueda imaginarse.  Es también un catálogo de letras que han cobrado vida y quieren echar a volar. «Hacia el interior» es un libro preguntón, sorprendente y, aveces, acusador. Pregunta mucho al lector y, en ocasiones, lo hace de una manera incómoda. También sorprende porque se plantea el sentido mismo de la sintaxis y de la función de la grafía. Es acusador porque cada una de sus páginas nos llama ciegos, tontos, torpes, cínicos, engreidos, aburridos y cosas todavía peores a los que nos hemos asomado a su cuidado diseño y agradable papel. No sé qué es la poesía. No sé qué es la poesía visual. No sé nada y este libro me lo confirma y certifica como un notario de Pamplona.

El libro lleva editado ya una temporada, así que habrá que rebuscar para dar con él. Es lo que tiene hacer reseñas a deshora… Ya me perdonarán. Es la primera aventura editorial del sello Anorak que ha publicado también a Irene Vallejo y a Sergio del Molino. Dos grandes del panorama literario de aquí.

En busca del autor desconocido

Hoy, la SGAE ha presentado sus cuentas en Aragón. El señor Casado ha defendido los números, que, por otro lado, nadie cuestiona porque son inaccesibles. Los autores se han convertido en villanos por culpa de la sociedad que los representa. Ningún autor se atreve a hablar en nombre colectivo porque se le puede caer el pelo, visto lo visto. Pero, seamos sinceros: los autores no interesan, interesa lo consumible, lo rápido, lo bello y espectacular. Un señor que se llama Pablo Herrero y que es capaz de componer la canción “Libre” que popularizó Nino Bravo no tiene el menor interés. O tal vez sí que lo tenga, porque el talento siempre es interesante. Lo que ocurre es que no hemos dado a los autores el respeto y el reconocimiento que se merecen. Habría que citar más al autor de la canción y darlo a conocer. Así, quizá, si supiéramos que los autores existen  y tienen el talento, la SGAE no sería tan mala.