«Hacia el interior» es un ladrillo para construir una casa de papel. Es, también, un conjunto de pajaritas de papel desdobladas, planchadas y encuadernadas, un calzador de sillones magnífico, un arma arrojadiza, un cuaderno de recortables y el libro más complicado para reseñar que uno pueda imaginarse. Es también un catálogo de letras que han cobrado vida y quieren echar a volar. «Hacia el interior» es un libro preguntón, sorprendente y, aveces, acusador. Pregunta mucho al lector y, en ocasiones, lo hace de una manera incómoda. También sorprende porque se plantea el sentido mismo de la sintaxis y de la función de la grafía. Es acusador porque cada una de sus páginas nos llama ciegos, tontos, torpes, cínicos, engreidos, aburridos y cosas todavía peores a los que nos hemos asomado a su cuidado diseño y agradable papel. No sé qué es la poesía. No sé qué es la poesía visual. No sé nada y este libro me lo confirma y certifica como un notario de Pamplona.
El libro lleva editado ya una temporada, así que habrá que rebuscar para dar con él. Es lo que tiene hacer reseñas a deshora… Ya me perdonarán. Es la primera aventura editorial del sello Anorak que ha publicado también a Irene Vallejo y a Sergio del Molino. Dos grandes del panorama literario de aquí.