Que sí, que lo han conseguido, que hay que hablar del bus ateo. Sea, como decían los romanos. Está bien hablar de Dios, de si existe o de si no. No hay que tener miedo a esas cosas. ¿Por qué? La religión es difícil de definir. Hay quien dice que es un sistema de creencias, hay quien dice que es una forma de relacionarse con Dios. Decir que Dios probablemente no existe es, en cierto modo, una forma de religión, una creencia en la intrascendencia, en el caos o quizá, en la aleatoriedad del universo. Por otro lado, todos sabemos y lo comprobamos a diario que negar algo no significa necesariamente que no exista. Por ejemplo, la crisis.
Belloch ha dicho que es una campaña de publicidad anacrónica. Quizá Belloch se refiera a pensadores que negaron la existencia de Dios y a pintadas en las paredes que volvieron a sembrar la duda. Dios no existe, firma Nietzsche. Nietzsche no existe, firma Dios al morir el filósofo. La religión ha sido siempre excusa de fanáticos, de fanáticos ruidosos. Pero ha sido también motivación de gente discreta que ha encontrado sentido a su vida dedicándose a los demás y tratando de ser mejor. Es curioso, algunos que creen que Dios no existe quieren hacer publicidad de ello y otros, que creen que sí que existe se quedan callados. Como siempre, lo peor es quedarse en las medias tintas.