Por María Lanuza Lago
Tras los obligatorios diez o quince minutos de espera con respecto a la hora prevista, aparecía Eva Amaral, sola sobre el escenario, armada con su guitarra e interpretando Esta noche, de su (pen)último trabajo Gato Negro-Dragón Rojo. Inmediatamente después, se colocaba bajo los focos Juan Aguirre para enfrentar juntos los retos de Un día más.
Ayer, 28 de septiembre, comenzaban el primero de una serie de tres conciertos en el Teatro Principal de Zaragoza, con todo vendido desde hacía mucho tiempo, y ante un público muy heterogéneo. Recordados los inicios y tras animar a crear cierto desorden, subía la banda: Doce palabras, El universo sobre mí, Perdóname, Moriría por vos, Las puertas del infierno y No sé qué hacer con mi vida.
Mientras tanto, contaba Eva Amaral que, un rato antes, en las puertas del teatro, una chica llegaba a ofrecer quinientos euros a quien le vendiese la entrada: ella se lo agradeció, agradeció que nadie hubiese aceptado la oferta, y también a la dirección del teatro que finalmente hubieran invitado a la chica a asistir al concierto, tal y como hicieron.
Y seguía la música, con muy buen sonido: Concorde, El blues de la generación perdida, Salir corriendo y Marta, Sebas, Guille y los demás. Tras un recuerdo a la memoria de Antonio Vega con Cómo hablar, se marchó la banda y se quedaron solos Eva Amaral y Juan Aguirre. Se sentaron en el borde del escenario, bajó Aguirre al patio de butacas y Eva cantó Alerta. Vueltos los músicos, fue el turno de Resurrección y de Estrella de mar.
La explosión vivida con el Big Bang, provocó incluso que a Eva Amaral se le cayese el micrófono al suelo. La cosa se calmó con Te necesito y el concierto parecía terminar En sólo un segundo. Pero, tras las peticiones de más música, volvió Juan Aguirre e interpretó Es sólo una canción. Vuelta Eva Amaral, sería el turno de Atrás, una versión de Nacha Pop, y el de Sin ti no soy nada. Se fueron y entonces sí que parecía el final, pero volvió Eva y cantó De carne y hueso, ayudada por un instrumento traído de la India. La siguieron No quedan días de verano, Kamikaze y Revolución, que pusieron el broche a un concierto de casi dos horas, con unos músicos excelentes y con un público entregado.