Nota de despedida de una empresa a Facebook

Cuando el amor se agota lo mejor es dejarlo.

Ya no me cuidas. Ya no me fascinas. No me sorprendes.

Me diste un escaparate nuevo y divertido,

Yo te di mis contenidos y la publicidad.

Era un bonito trato. Nos queríamos.

Pero ahora me pones un muro en el escaparate,

y pintas de negro mis cristales.

No te gusta que vea a mis amigos. Eres un viejo celoso.

Me espías. Juegas conmigo.

Ya no me invitas a nada, ni me regalas flores.

Te molestas por todo. No te gustan mis juegos.

Quieres que pague siempre.

Me vuelvo a casa de mis padres.

Google y web siempre me esperan.

Lo que digo allí es recuperable y encontrable.

Tengo que confesarte que hay alguien más,

gente fresca que me deja hablar, me escucha

y no le importa que me relacione con quien yo quiera.

Siento dejarte esta nota en la nevera.

Espero verte de vez en cuando.

Adiós.

Entré en Bimba y Lola

Entré en Bimba y Lola a comprar un libro de partituras para mi zambomba.

Dos perritos deprimentes se acercaron a olisquearme. La dependienta me dijo:

-Perdónelos, están muy nerviosos. Mañana tienen que llevar los anillos en una boda.Es mucha responsabilidad para ellos.

-Esa boda no se producirá -respondí- conozco al novio y acaba de morir en un accidente de caza. Lo han confundido con un jabalí. Mire usted.

La pobre dependienta se puso a llorar de forma desconsolada y fue imposible hablar sobre mis partituras. Fue imposible también decirle que aquello era una broma.

Salí de Bimba y Lola determinado a dejar plantada en el altar a la hortera de mi novia.

Entré en Carolina Herrera

Entré en Carolina Herrera a comprar una alfombrilla para mi ratón.

-Estos productos selectos suelen ser muy exclusivos -me dijo la bellísima vendedora y sentí como si ella fuera una pluma de cisne y yo un cocotero.

La acompañé y me enseñó algunas alfombrillas. Mi ratón se merece todo. Gasté el sueldo de tres meses y medio en la alfombrilla y le dije a la vendedora:

-A fin de cuentas, esto es una inversión.

Salí de Carolina Herrera pensando que debería comprarme un ordenador.

Entré en Tous

Entré en Tous con una escopeta de caza de cañón doble.

-Buenos días. Quiero cazar un oso para alimentar a mi familia con sus entrañas y fabricar un abrigo para mi esposa con su pelo.

-Espere un momento.

Después de un rato, una encantadora señorita me hizo pasar a una máquina que se parecía mucho a un fotomatón.

-Cuándo vea pasar el oso que le gusta, dispare.

Vi pasar el oso que me gustaba y disparé.

Salí de Tous con mi oso muerto. Respiré y me sentí un hombre.

Entré en Martín Martín

Entré en Martín Martín a comprar gominolas gominolas.

Mientras avanzaba por el interior del establecimiento, un intenso olor salobre entró por mis narices y me golpeó el cerebro. De pronto, ante mí se alzó una figura difusa con forma humanoide y me habló:

-Soy el espíritu del encurtido. Me manifiesto ante ti para que seas mi portavoz, para que lleves mi mensaje por el mundo.

-Cuenta conmigo. ¿Qué debo hacer?

-Repetir aquello que dijo Jesús: «Si la sal se vuelve sosa ¿quién la salará?». Solo eso.

Salí de Martín Martín con una misión misión.

 

Entré en Burguer King

Entré en Burguer King silbando el himno de Riego.

Pedí juguetes, papeles y pegatinas. A cambio, me dieron una comida apestosa y una bebida hecha a base de agua y polvos.

Entre los objetos que había comprado destacaba una corona de papel dorado. Salí de Burguer King. En la esquina, había un pobre pidiendo limosna. Me acerqué a él y emulé a Alejandro:

-Tú pides como pobre. Yo te doy como rey.

Y puse mi corona en su cabeza y una grasienta hamburguesa en sus manos.