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Los políticos tienen algo que no tenemos los demás. Tienen una parte de mesías, de iluminado y de profeta porque están convencidos de que pueden regir el destino de los demás. Suena extraño, pero es así. Un político determina al resto de los ciudadanos. Redacta las leyes, las discute, las vota, las hace cumplir y hasta sanciona. El político tiene, por lo tanto, información privilegiada. Sabe dónde, sabe cuándo y, a veces, sabe cómo. El político te dice cosas que te gustan oír. A mí me dicen: «lo haces muy bien muchacho» y creen que así hablaré bien de ellos, pero se equivocan.

El político tiene argumentos como «para que lo hagan otros, lo hago yo», «lo hago porque me gusta», «es un servicio a la sociedad» y otros que es mejor no decir. El político se enfrenta a injustas críticas de gente que no quiere saber nada de él. El político es un enviado, un elegido. Al político le gusta el poder.

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