Resulta que nos hemos quedado sin minutos de silencio, que ahora no se lleva el silencio, sino meter un cuarteto de cuerda o una tristona melodía de violón. Resulta que el silencio es malo porque invita a pensar o, peor aún, al recogimiento interior y hasta a la capacidad de orar, es decir, dirigirse a un Dios supremo para pedirle cosas buenas.
Resulta que los minutos de silencio están en crisis y que la bellísima música del cello -él no tiene la culpa- parece que llena el vacío que nos deja el silencio. Nos falta contenido y una música tan emotiva parece que nos justifica.
Resulta que viene Bustamante a Zaragoza y hay doce cámaras en su rueda de prensa, mientras la movilización por los muertos de Birmania es problema de los cuatro locos de siempre.
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