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Nuestros dirigentes en el ayuntamiento son muy listos. Muy listos y muy graciosos. Nos echan pienso para pollos para que estemos entretenidos cacareando tontadas pintorescas. Ayer, los nombres de videojuego para las calles de la ciudad sostenible en la que hay que usar el coche para comprar el pan, Arcosur. Hoy, el color del puente de hierro. Las asociaciones, los medios de comunicación y los ciudadanos entramos como toricos al trapo de la idea de los guías de nuestros destinos. Hacemos gracias con el color del puente de hierro. Yo lo quiero rojo, yo blanquiazul, pues yo lo quiero rosa. Yo pienso que los políticos del Excelentísimo Ayuntamiento de Zaragoza deberían preguntar de qué color quieren que les pintemos su excelentísimo trasero a base de patadas: rojo, morado o encarnado. A cien metros del puente de hierro, en la desembocadura del huerva, hay un dormitorio de un puñado de personas que no tienen un duro y malviven en la calle, debajo del puente. Sin embargo, nosotros miramos al puente, a la parte de arriba y discutimos por su color. Casi nadie mira debajo del puente. Hay muchas cosas que hacer, señores del Ayuntamiento. Se puede hacer una política seria o una política efectista y superficial. Señor Belloch y Señor Blasco, les invito a bajar al puente de la desembocadura del huerva a preguntarles a esas personas de qué color quieren que pinten ustedes su maldito puente.   

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