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El señor jubilado del segundo derecha tiene un perro como el de Tintín. Es educado y abre la puerta a la viuda del 4º izquierda que esparció las cenizas de su marido en Salou el verano pasado.
La señora coincide en la puerta con el adolescente feo y torpón del 6ºC, hijo de la enfermera que se separó del marido. El marido es primo de la del octavo, la que sacó a su marido de carnicero y le hizo llevar americana y un BMW. Siempre me saluda en el ascensor.
La verdad es que, con todo esto, no entiendo por qué siempre terminamos hablando sobre el tiempo.
El tiempo, además de ser un símbolo utilizado por muchos autores clásicos, es el elemento fundamental que marca el ritmo de nuestra vida, sí, vida que tan pronto queremos, como despreciamos. El tiempo es el word, la herramienta que nos permite cambiar, transmitir, evolucionar. Comparándonos con el prójimo vemos ese desarollo, a veces negativo y a veces positivo.