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Hay calificativos que utilizan las personas a las que no les afectan. Por ejemplo bohemio y tolerante. Dejamos la primera para otro día y vamos con la segunda. La palabra tolerante se adapta al perfil de dos tópicos: es un arma de doble filo y es, además, un arma arrojadiza. Porque el que no es tolerante es intolerante.
Nuestra democracia ha vuelto a hacer aguas este fin de semana. Me refiero a la presentación de la campaña de los artistas en apoyo del circunflejo Zapatero. Los abanderados de la tolerancia, los que se indignan mucho cuando otros hablan, salieron a la palestra a decir que están con el circunflejo ZP, el señor de las cejas imposibles.
Hay que decir que el anuncio da vergüenza ajena desde el principio hasta el final. También hay que decir que otros partidos no tienen ninguna idea parecida, ni valor para defender la palabra de todos en una sociedad igualitaria. Y de los artistas ¿Qué decimos? Muy sencillo: quieren seguir chupando de la borrega, amorrados al caño, junto al sol que más calienta y arrimando el ascua a su sardina.

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