Profesores a distancia
Sabíamos que eran profesionales, que tenían una vocación especial y que la distancia no les iba a frenar. Simplemente, lo hemos confirmado. Begoña ha aprendido a manejar programas para hacer videoconferencias. Y además, esto sí que roza lo heroico, ha entrado en el grupo de WhatsApp de la clase para ayudar aún más. Pepe escribe cuentos muy brillantes por correo electrónico y se los manda a todos los profesores para que los lean a sus clases. Mi favorito es “El hipnotizador de Zapatos”. Los profesores de educación física se ponen el chándal y se tiran por los suelos de sus casas para explicar los ejercicios y subirlos a la red. Los miembros del equipo directivo se graban bailando. Jose, Ana y Virginia llevan la batuta de la clase de los mayores con solvencia. Son referentes y se comportan como tales. Begoña, la madre encargada del curso, hace muy bien de traductora y de vigilante de “la plataforma”, ese espacio de internet lleno de sorpresas y rincones. Fernando anima el cotarro con retos. Pero no estamos de fiesta. A algunas como Marta o Esther les toca la peor suerte en estos días y nos dan ejemplo de entereza e integridad, de lucha y misericordia. En esta distancia parece que nos damos cuenta de que somos algo más que un grupo de gente que va al mismo sitio. Sentimos un dolor común y una misma esperanza. Enseñar no es solo dar clase. Es dar la vida. Gracias, profesores.